octubre 19, 2014

Editorial Revolución Socialista # 10


A más de tres años de gobierno de Humala, nuestro pueblo sigue soportando las arremetidas económicas y represivas de esta otra versión política del neoliberalismo burgués. Desafortunadamente, hay algo que distingue de forma aún más negativa la actual coyuntura de aquellos períodos del Toledismo y el Apra: el movimiento obrero y popular como conjunto se encuentra en reflujo, en desmovilización. Las huelgas indefinidas de los mineros de la Shougang, de la provincia de La Convención en el Cusco, de la Federación Médica, no han sido más que luchas aisladas. La amarga realidad del movimiento es su desconexión y parálisis como resultado de una deserción: la deserción de su dirigencia del combate, particularmente la virtual complicidad de la dirección nacional de la CGTP con el gobierno.

Conducida burocráticamente desde hace décadas, la CGTP ha terminado siendo involucrada por su cúpula en las campañas de partidos y alianzas contrarios a los intereses de los trabajadores, como lo fue con de Gana Perú el 2011, con la no revocatoria de Susana Villarán el 2013 y su reciente intento de reelección el 2014. Esto constituye una grave violación histórica del principio más básico de la lucha proletaria, que es la defensa de la independencia política respecto a la clase dominante.

La dirección de la CGTP defendió a Humala y mandó marchar a su favor en el primer año de su gobierno, y aunque en setiembre del 2013 llamó a un Paro Nacional, ésta fue, como otras veces, no sólo una medida arbitrariamente limitada y auto-justificatoria, sino débil. En suma, una conducta complaciente, genuflexa, de rendición oportunista ante lo que consideran, disparatadamente, un apreciable régimen de mal menor. Aquel Paro fue convocado por un Comité Nacional Unitario de Lucha (CNUL), teóricamente aglutinante de las más importantes organizaciones populares de la ciudad y el campo, pero que, como otras instancias creadas por la burocracia sindical anteriormente, solo existe en el papel y es incapaz de dirigir a las masas hacia la conquista de sus reivindicaciones. Esta recurrente práctica que combina la creación artificiosa de siglas de pantalla, con la real postración ante el gobierno burgués, es una auténtica traición.

La Izquierda
La CGTP se mantiene dominada por el Partido Comunista y Patria Roja, dos partidos que siendo de naturaleza trabajadora siempre han pretendido la reforma del sistema pero no su liquidación, y han vivido a la cola de tal o cual partido burgués, sirviéndole política y electoralmente. Estas dos organizaciones conformaron el año pasado, con otras cuatro, el llamado Frente Amplio: dos de ellas de carácter burgués, Fuerza Social y Ciudadanos por el Cambio, y dos pequeño-burguesas, Partido Socialista, Tierra y Libertad. Una serie de otros círculos reformistas están integrados como bases. Al mismo tiempo, una representación parlamentaria suya actúa en el Congreso como gemela de sus antiguos enemigos de Acción Popular.

Pero aunque el lenguaje político usual designe al Frente Amplio como “la Izquierda”, en realidad éste no se identifica así. Se presenta como una confluencia de grupos que van desde la izquierda al “centro”, y pretenden, en los esquemas seudomarxistas del PC y PR, un “cambio democrático y patriótico” contra el “continuismo neoliberal”. De hecho todos los partidos del FA estuvieron de acuerdo en suplicar a destacadas fuerzas burguesas “de centro” una alianza para las elecciones municipales y regionales: a los neoliberales Partido Nacionalista, Acción Popular, Somos Perú, Somos Lima…, con la única excepción del rechazo que Tierra y Libertad expresó hacia Perú Posible cuestionando su corrupción, pero en ningún momento su carácter neoliberal.

El final de la aventura ya es conocido; la alianza en Lima se estableció básicamente con el toledismo pero también con sectores del humalismo, el andradismo y otras argollas, bajo el rótulo alquilado de “Diálogo Vecinal”. En el último minuto Patria Roja abandonó el contubernio únicamente por no haber obtenido los cupos de regidores que exigía. En buen romance, lo que podemos calificar de una histórica amalgama estalino-caviar-reaccionaria con programa abiertamente neoliberal, que ha recibido un 9.7 % de votos emitidos (o sea reales, no “válidos”), muy cerca del 5.8 % conseguido en noviembre del 2013 por la Izquierda capitalina. De esta manera la Izquierda ha logrado con tesón ser repudiada y barrida doblemente durante dos años consecutivos, mientras los revolucionarios hemos llamado al Voto Nulo: Voto Clasista en todo el país, contra todas las candidaturas burguesas. 

Resumiendo, la Izquierda pro-capitalista desechó su clásico discurso nacionalista-socialdemócrata para diluirse completamente en el siempre denostado “continuismo neoliberal”, al que pertenece por propia defensa la administración municipal de Villarán. Los falsos comunistas abandonaron de pronto su rol como tergiversadores del marxismo, para jugar un papel todavía más infame.

Más clasismo
Sindicalismo economicista, desarticulador y manipulador, derrotismo funcional al gobierno, electoralismo servil a los partidos de la burguesía, son algunas de las características de la capa burocrática que domina las mayores organizaciones proletarias, como son la CGTP y la CUT, y que mantiene las luchas del movimiento de masas aisladas, sin perspectivas, propiciando su retracción al punto de que las escasas acciones defensivas no guardan correspondencia con la intensidad de las políticas antipopulares a derrotar. 

Frente a ello están las necesidades apremiantes de organización y acción del pueblo trabajador en todo el país. Una nueva hornada de luchadores emergió en los últimos años con sindicatos como Relima, Topy Top, Ripley, Saga, Metro, Plaza Vea, Celima, Trebol, Claro, Molitalia, Gloria… Esta clase obrera precisa de coordinación, de unidad, de organismos de frente único, de plataforma anti-capitalista, para estar en condiciones de arrancar conquistas a nivel nacional. Es urgente agrupar a los gremios en conflicto en una Coordinadora o Comité que convoque luego a luchas más extendidas, removilizando a todos los sectores; que atraiga a los sindicatos y organizaciones populares más firmes y activos. Esta política consecuente se llama clasismo, pero no es lo que la burocracia está en la voluntad de practicar; al contrario, los nuevos activistas deben imponérselo. Sólo por esa vía podrán surgir asambleas y organismos de masas más representativos y poderosos que los actuales. Entretanto, exigimos constantemente la democratización de la CGTP y la CUT y su fusión en una sola Central de sindicalismo clasista. La perspectiva es siempre hacia una futura Huelga General Indefinida contra el gobierno de turno y con ese objetivo hay que revitalizarnos como movimiento de los explotados. 


Revolución Permanente

Octubre 10 de 2014

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