junio 18, 2012

1 de mayo 2012: Por la emancipación y el socialismo


1 de mayo 2012

 ¡Por la emancipación y el socialismo, revolución proletaria ahora!


La recuperación económica es tímida, frágil y acompañada de riesgos importantes y nubes amenazadoras (Lagarde, Directora General del FMI, 19 de abril).

La prolongación de la crisis económica de las economías avanzadas y la crisis ecológica creciente (calentamiento global) son pruebas de la decadencia del capitalismo. Además, a pesar de los progresos científicos y técnicos, el hambre continúa golpeando a una parte significativa de la humanidad. La mayoría de los habitantes de los países dominados está sumergida en la miseria. La descomposición del modo de producción capitalista amenaza al futuro de la humanidad y convierte su derrocamiento, no sólo en posible y necesario, sino en realmente imperativo.

Con vistas a restaurar la tasa de beneficio, la burguesía mundial lleva en los cinco continentes una violenta guerra de clase contra el proletariado mundial. En los viejos países industrializados la clase capitalista destruye las victorias históricas de la clase obrera (protección social, derechos sindicales). Las reducciones de presupuesto recaen sobre el sistema público de salud y la educación pública, sobre los subsidios de desempleo y las jubilaciones. El elevado nivel de desempleo aumenta la presión sobre los trabajadores empleados (más tareas por cumplir, salarios más débiles, más de horas de trabajo).

Los derechos democráticos son restringidos en las viejas democracias burguesas. No sólo los partidos fascistas y clericales reaparecen, sino que los gobiernos "democráticos" promueven el chauvinismo, la xenofobia y el racismo. En cualquier parte del mundo los ejércitos imperialistas y los servicios secretos preparan y participan en agresiones militares. Los imperialismos occidentales (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña) siguen ocupando Afganistán, han transformado Libia en un centro de torturas y amenazan a Siria e Irán. Al mismo tiempo, los imperialismos orientales (Rusia, China) sostienen a los déspotas contra las manifestaciones iraníes y el levantamiento sirio. Refuerzan a los ejércitos burgueses locales contra su población y establecen alianzas con las fuerzas más reaccionarias (como el Baath, los islamistas en Irán, Paquistán, Túnez, Egipto, Libia, Siria...). Contra las masas explotadas, todos los gobiernos imperialistas procuran camuflar sus rivalidades y sus pillajes con slogans como "independencia nacional" o "libertad".

Sin embargo, la opresión nacional, las reducciones de gasto público y la represión brutal, generan levantamientos, inestabilidad y rebeliones. De Grecia a Portugal, de Egipto a Siria, de Libia a los Estados Unidos, de China a Corea y de Brasil a Chile, los disturbios se expanden. Y ésta es la otra desgraciada cara de la realidad: mientras que las condiciones objetivas para la caída del capitalismo  están maduras, las condiciones subjetivas para las revoluciones socialistas victoriosas van con retraso. La clase obrera es la única fuerza capaz de reemplazar el viejo orden capitalista por un nuevo orden, el de la transición hacia el comunismo mundial que termine con la explotación y la miseria, después de un período de represión necesaria contra las precedentes clases dominantes (la dictadura del proletariado) para asegurar la desaparición de las clases y del Estado.

Ciertos representantes de la clase dominante son conscientes del callejón sin salida de la dominación capitalista. Procuran bloquear la vía hacia el socialismo buscando chivos expiatorios como las minorías religiosas o los trabajadores emigrantes. Otros se indignan contra las "finanzas" y la "especulación", como los "foros sociales" de ayer y los "movimientos de indignados" de hoy: en España los dirigentes de este último se dicen apolíticos; en Grecia, conducen la cólera hacia el nacionalismo; en los Estados Unidos, se presentan como pacifistas… Esto significa dejar que la burguesía continúe dominando la sociedad. No es una sorpresa que ciertos dirigentes de la pequeña burguesía estén atados a partidos burgueses (como el Partido Demócrata norteamericano), mientras que otros desfilan junto a dirigentes traidores a la clase obrera que cruzaron hace tiempo la frontera de clase y sirven de protección a la dominación capitalista, como antiguos estalinistas, viejos socialdemócratas, semi-reformistas (CI, TSI, CIO, L5I).

Después de décadas de dominación totalitaria en las economías colectivizadas y una colaboración de clase abyecta en otros lugares, el estalinismo se hundió. Con la restauración del capitalismo en 1989-1992 en la URSS, en Europa del Este y en China por las burocracias estatales privilegiadas, ciertas capas de estos burócratas robaron la propiedad pública, se transformaron en “hombres de negocios" o "mujeres de negocios" y se volvieron el corazón de la nueva burguesía. Por consiguiente el movimiento estalinista mundial, ya debilitado por el conflicto entre el URSS y China, se desplomó, sus componentes desaparecieron, se unieron a partidos burgueses nacientes o se integraron a la socialdemocracia mundial que, desde 1914, defiende el orden capitalista (PCJ, Die Linke, PRC, PCF, Synaspismos, PCCh…). Uno de ellos, el KKE griego, frente a una situación revolucionaria, divide agresivamente a los trabajadores y a la juventud, sostiene las ineficaces "jornadas de acción de un día", demanda elecciones burguesas y defiende la autarquía reaccionaria.

La "Internacional Socialista" sobrevive como una parodia de la Segunda Internacional obrera, abriendo sus puertas a numerosos partidos nacionalistas burgueses como el ANC de Sudáfrica, el MPLA de Angola, el PASOK de Grecia, el UFSP de Marruecos, el Fatah de Palestina, el PPP de Paquistán, el PAP de Perú, el PS de Senegal, el CHP de Turquía, AD de Venezuela…

Todos los socialpatriotas invocan los ideales de justicia social, la igualdad social, prometen reformas progresistas limitadas. Es a través de sus maquinarias electorales y su control de los sindicatos que conservan su valor para la clase capitalista, como una correa de transmisión en la clase obrera. Los partidos ex stalinistas,  los partidos laboristas o socialdemócratas tradicionales son defensores ardientes de la colaboración de clases, nacionalmente e internacionalmente.

Cuando los supuestos reformistas (socialdemócratas y laboristas, al igual que ex estalinistas) se ponen a la cabeza del Estado burgués, participan en la política de austeridad de su burguesía. Ayer el SPD en Alemania, el Partido Laborista en Gran Bretaña, el PS y el PCF en Francia, Rifondazione Comunista en Italia, el PSOE en España; hoy el ALP en Australia, el SPÖ en Austria, el PS en Bélgica, el NAP en Noruega, el SMER en Eslovaquia…

Por todas partes las burocracias de los principales sindicatos son cómplices de la reacción, aceptando discutir los ataques capitalistas en nombre de un supuesto interés común con los patronos y los accionistas, en nombre de un supuesto interés nacional común con la clase capitalista y su Estado, que dispersa la resistencia de los trabajadores y de los jóvenes en impotentes "huelgas de un día". Con la ayuda de los partidos reformistas o las organizaciones semi-reformistas, las burocracias sindicales impiden a los trabajadores organizar huelgas generales para derrocar a los gobiernos burgueses, impiden a los trabajadores crear sus propios órganos de autodefensa contra la policía y los fascistas, impiden todo avance hacia la elección de comités, de tipo soviet, en los lugares de trabajo y en los barrios.

Desgraciadamente no existe alternativa revolucionaria que pueda pretender ser sostenida por amplias capas de las masas trabajadoras. La inmensa mayoría de los supuestos trotskistas son revisionistas del bolchevismo y liquidadores de lo que fue la 4ta. Internacional revolucionaria. En realidad actúan como "taparrabos" de los agentes burgueses en el seno de la clase obrera, incluso de las corrientes burguesas (desde los partidos ecologistas a los partidos islamistas). Difunden su propia versión de la colaboración de clases, construyendo partidos reformistas (SSP, NPA, Die Linke) o coaliciones de frente popular (Izquierda Unida, Respect, Front de Gauche).

Para unirse y para luchar los trabajadores necesitan un nuevo partido. Un partido obrero revolucionario debería defender, en cada lucha, la independencia de la clase obrera con relación a todas las demás clases. Debería unificar a la clase obrera (hombres y mujeres, nacionales e inmigrantes, jóvenes y viejos, empleados y desocupados), debería reforzar todos los elementos de democracia obrera, reagrupar a todos los oprimidos y explotados alrededor de la clase, ayudar a la masa a tomar el poder al modo de la Comuna de París en 1871 y de los Soviets rusos en 1917. Es la única manera de enfrentar por todas partes a los gobiernos burgueses y de ganar para la revolución a la juventud y a las clases intermedias, de arrancarlos del frente popular, del islamismo y del fascismo.

Por consiguiente los trabajadores no sólo necesitan un partido obrero revolucionario. Éste debe formar parte de una Internacional obrera revolucionaria, como toda clase obrera nacional forma parte de la clase obrera mundial. La clase obrera es la única clase internacional auténtica. Todas las formas de nacionalismo o de separatismo deberían serle extrañas. Sólo los trabajadores de todos los países, unidos, mostrarán la vía de salida de la crisis, de la opresión, las guerras y la miseria: la vía hacia la emancipación y el socialismo.


Colectivo Revolución Permanente
(Francia, Austria, Perú)
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