mayo 22, 2011

Una vez más, independencia clasista para organizarnos, luchar y derrotar a la burguesía

Dos victorias, focalizadas pero significativas, le arrancó el movimiento obrero y popular a la burguesía en las últimas semanas. La población de la provincia de Islay (Arequipa) obtuvo el abandono gubernamental del proyecto Tía María de la transnacional Southern, y los mineros de Casapalca consiguieron imponer sus demandas salariales y laborales a su patronal. Ambas victorias como resultado de huelgas indefinidas movilizadas, combativas, garantizadas unitaria y masivamente, en las que el gobierno aprista de contubernio con el fujimorismo, el PPC y sus aliados, una vez más apaleó, detuvo, tiroteó y asesinó.

De esta manera resuelta y a pesar de la represión, organizaciones como el Frente de Defensa del Tambo y el Sindicato de Casapalca, mostraron que las sacrificadas masas luchadoras exigen de los dirigentes firmeza para poder vencer. Unas vez más las huelgas que no son simbólicas, limitadas y falsamente “preventivas” le demostraron a la dirección burocrática de la CGTP cuál es el único lenguaje que el enemigo de clase comprende. Haciendo realidad el frente único para la batalla y no para la conciliación, los trabajadores de la ciudad y el campo brindaron una gran lección a la burocracia sindical.

Mientras esto sucedía, la dirigencia y el aparato de la Central estaban muy ocupados respaldando al nacionalismo burgués en la campaña electoral. Finalmente, años de una política de sumisión ante el gobierno y de oportunismo servilista ante la minoritaria fracción nacionalista de la burguesía, han arrojado resultados: en el Perú el movimiento de masas continúa golpeado, todavía desestructurado y sin perspectivas, e incluso los trabajadores carecemos de alternativa electoral propia que levante una plataforma programática clasista.

La falacia del “campo popular”

La dirección reformista de la CGTP (el PC y Patria Roja), difunde constantemente la idea de la existencia de un campo político “popular” al que pertenecerían, además de la izquierda, el Partido Nacionalista, Fuerza Social, entre otros. Esta es una pretensión artificiosa, nada más falso. Existen partidos y grupos pertenecientes al movimiento de los trabajadores y existen partidos creados por su dirigencia desde fuera de las filas y de los objetivos de las masas. A esta última categoría corresponden justamente el PNP y FS.

En el caso del Humalismo, representa una variante de la vieja corriente tan presente en la historia contemporánea de América Latina, Asia y África, conocida como nacionalismo burgués. Algunos ejemplos actuales en nuestra región son los gobiernos de Chávez, Morales, Correa, y otros más obsecuentes al imperialismo como los de Lula, Kirchner, Bachelet o Mujica. Humala, que empezó orientándose al chavismo, ha devenido un seguidor de los segundos.

Esta concepción pro-burguesa que convoca a confundir banderas con organizaciones de la clase contraria, adjudicándoles para ello adjetivos como “democráticas” o “progresistas”, es tan vieja como los llamados “frentes populares” que sirvieron - en Europa y ciertos países cercanos como Chile - para llevar al movimiento de masas a la derrota total en su lucha por el poder de los trabajadores. En nuestra historia podemos observar los estragos de esta línea en el apoyo sucesivo del PC a los oligarcas Prado, Bustamente y Belaúnde, luego a la dictadura militar velasquista, y en el apoyo de la izquierda a Fujimori en 1990 y a Toledo el 2001.

La falacia del “capitalismo democrático”

El programa del PNP siempre tuvo un carácter capitalista hasta la médula (ver declaración del CRPP en la página 5), pero fue sólo a trece días de las elecciones del 10 de abril cuando se suplantó sorpresivamente todos los planteamientos anteriores por un documento llamado “Compromiso de Ollanta Humala con el Pueblo Peruano”. En éste se concentran los postulados y medidas que el candidato de la Alianza Gana Perú ofrece para obtener el voto de las masas. Aquí un resumen:

- Fomentar la inversión privada, nacional y extranjera.
- Respetar los Tratados de Libre Comercio, los contratos con las transnacionales y la legislación que los ampara.
- Establecer esta política por medio de un pacto entre el gobierno y las organizaciones de los empresarios y los trabajadores.
- Mejorar la educación, la salud, la infraestructura, el salario, las condiciones de trabajo y el crédito.
- Garantizar el consumo masivo del gas.
- Imponer un impuesto a las “sobreganancias” mineras y reducir los impuestos a los combustibles y otros rubros.
- Crear un plan pensionario universal para mayores de 65 años.
- Enfrentar la corrupción.

Veamos.

La alianza del PNP y algunos partidos tradicionales de la izquierda, como el PC y el Partido Socialista, ofrece un gobierno que en palabras mismas del vocero nacionalista Nicolás Lynch (ex marxista y ex ministro neoliberal de Toledo) sería “capitalista democrático”. Gobernaría para defender la economía capitalista que explota a los trabajadores y al Estado burgués que los oprime, pero buscando mejorar en alguna medida las condiciones de vida de las masas (este sería su lado democrático).

Lo primero que debe decirse acerca de esta pretensión “capitalista democrática” del nacionalismo burgués y del reformismo, es que tal cosa es imposible. La economía capitalista impide permanentemente la satisfacción de las necesidades fundamentales del pueblo trabajador (exceptuando las migajas) y provocando su respuesta sindical y política, razón por la que el Estado de los explotadores necesita perpetuar la falta de derechos y libertades, obstaculizando la organización y la movilización que puedan arrancar conquistas económicas, reprimiendo ferozmente y eliminando así toda posibilidad de verdadera democracia.

La consabida inversión empresarial, con su entraña de transnacionalización y de legislación nacional pro-imperialista, no significa otra cosa que el capitalismo más rancio, hoy en día denominado “neoliberal”. Ese es el sistema y el Estado que Ollanta Humala y sus aliados defienden y quieren sostener por medio de un pacto entre los capitalistas, su gobierno y la burocracia sindical de la CGTP y la CUT. Por eso es lógico que no pretendan molestar al imperialismo y a otros países importantes, deshaciendo los colonialistas Tratados de Libre Comercio que firmaron los anteriores gobiernos reaccionarios.

El resto de la nueva plataforma es la tradicional declaración de buenas intenciones, donde destacan las tres únicas medidas concretas que promete el humalismo: habrá gas para todos (¿le creemos? ¿y cuál será su precio?), habrá un nuevo impuesto a las compañías mineras (¿de cuánto se habla? ¿tendrá alguna significación?) y habrá jubilación para todos (mediante un programa de 250 miserables soles). Las transnacionales mineras, petroleras, gasíferas, de comunicaciones y servicios, saquean el país y el nacionalismo le dice a nuestro pueblo: “no voy a hacer justicia recuperando lo que te pertenece ni respetando la riqueza que produces, sólo voy a aliviarte un poquito con las limosnas de tus expoliadores”. Esto se llama - desde hace muchos siglos - vasallaje, y en este caso concreto genuflexión ante el pirata foráneo, connivencia, cipayismo. Educación y salud públicas, gratuitas y de calidad, infraestructura generalizada y salarios de acuerdo a las necesidades, nada de esto puede lograrse sin expropiar al capital transnacional y a la gran burguesía, por eso el nacionalismo (a diferencia de su Plan de Gobierno) prefiere aclarar muy bien que no piensa realizarlo. Por último, la propia corrupción es imposible de combatir sin expropiar al gran capital que lo corrompe todo.

Diremos que lo descrito se asemeja demasiado, es importante recordarlo, a la política aprista de los años ’40, época en que abandonaba su nacionalismo radical pequeñoburgués para pasar a proponerse como alternativa burguesa de gobierno. El nacionalismo humalista no es pues sino un aprismo refrito de hace más de sesenta años.

La nueva debacle electoral del reformismo y de la burocracia sindical

Patético fue, por decir lo menos, el espectáculo electoral brindado por los partidos reformistas tradicionales, en particular por el PC y Patria Roja – MNI. Luego de arrastrase durante años tras el nacionalismo, no obtuvieron más que el ofrecimiento de un puesto en su lista. Al PC le tocó el premio consuelo de la candidatura al Parlamento Andino para su Secretario General Roberto de la Cruz, aunque también consiguió colocar a Fidel Ríos y a Carmela Sifuentes, el primero por la fantasmal Lima para Todos y la segunda invitada como Presidenta de la CGTP. Ninguno salió elegido.

El caso del MNI fue más escandaloso todavía. Habiendo pactado desesperadamente con Fuerza Social para llevar a la Alcaldía a una neoliberal ministra de Paniagua como Susana Villarán, la felicidad oportunista no le duró nada, pues fue expulsado de cualquier futura coalición por su aliado mismo. Habiéndose colocado tras Rodríguez Cuadros en un primer momento y no pudiendo ya volver sobre la oferta nacionalista que el resto de la izquierda aceptó, colapsó entonces toda la aventura electorera y así concluyó su “gran unidad” con el enemigo de clase. Ulteriormente, resentida con el nacionalismo y en contra de sus convicciones pro-burguesas, Patria Roja maldijo en todos los tonos a Gana Perú y llamó a votar nulo, para luego volverse sobre sí mismo y participar ahora de la campaña de Ollanta.

Esos son los partidos que dominan la CGTP. Viejos servidores de los intereses políticos de fracciones burguesas menores o en ascenso. Quienes han colocado al movimiento obrero y de masas a los pies de un partido financiado por un sector de la burguesía peruana sionista y acaudillado por un Comandante Contrasubversivo, y quienes han llevado a la Central a apoyar oficialmente a una opción burguesa, cuando irónicamente jamás apoyó oficialmente a ninguna candidatura que se reivindicara socialista. Mario Huamán, Olmedo Auris y las cúpulas del PC y Patria Roja, tendrán que responder por todo esto ante las bases trabajadoras. En el colmo del fracaso, de los cinco candidatos sindicales que se aprobó apoyar en las listas de Gana Perú, sólo Wilder Ruiz de Azucarera Andahuasi logró un escaño. Las candidaturas de Sifuentes y Cortez, principales dirigentes de la CGTP, no entusiasmaron ni siquiera a las bases, menos aún a otros sectores de trabajadores en Lima.

Combatir al fujimorismo en frente único de independencia clasista

El crecimiento electoral del fujimorismo mafioso y ultraderechista no es un dato menor de la situación actual. Es el resultado de un lógico desencanto por la democracia burguesa en sectores de las grandes masas empobrecidas, a los que la dirección del movimiento proletario no les ha ofrecido una solución clasista y revolucionaria. Allí está el caldo de cultivo de la manipulación fujimorista de un sector de las masas, en el paso de los años de democracia antipopular y luchas intencionalmente descoordinadas y frustradas por una dirigencia claudicante y bomberil. Los votos fujimoristas de los ’90 (provenientes de sectores que alguna vez en los ‘80 enorgullecieron al reformismo) migraron primero a la demagogia toledista, luego a la demagogia alanista y hoy están retornando al fujimorismo, sin que la dirección del movimiento obrero haya hecho nada por darles un cauce clasista alternativo.

Los trabajadores debemos ejercer nuestro derecho a exigirle a la dirección de la CGTP que movilice urgentemente a todas sus bases a nivel nacional contra la amenaza política fujimontesinista. Habida cuenta de la tradicional debilidad electoral de los partidos de la gran burguesía como el PPC, del fracaso de nuevas opciones como Castañeda y del reiterado hundimiento de Perú Posible, la fracción mayoritaria de la clase dominante está virando nuevamente hacia el fujimorismo, como carta que asegure la inmovilidad de la política económica y represiva del toledismo y del aprismo. La dirección de la CGTP tiene, en este momento, la responsabilidad gigantesca de iniciar la movilización de los trabajadores organizados de la ciudad y del campo, para frenar la reconstitución política del acuerdo de los años ‘90 entre la mayoría burguesa y la mafia fujimorista.

Pero este no es más que un objetivo inmediato. En realidad no es posible conjurar el peligro fujimorista sin levantar una alternativa organizada de masas contra todas las opciones burguesas, incluyendo al Partido Nacionalista. Tarde o temprano, en los siguientes años o en los siguientes meses, la reacción enfilará contra el movimiento popular en forma de fujimorismo y sus aliados. En ese momento, si la clase obrera no ha sido capaz, a causa de las traiciones de su dirección, de ponerse a la cabeza de los explotados organizados, las consecuencias serán muy funestas. Sin política proletaria independiente y sin política de frente único de los trabajadores para combatir y vencer (y no para conciliar), los trabajadores no nos construiremos como poder alternativo al poder de la burguesía y no podremos conquistar nuestros objetivos. Uno de estos objetivos centrales es la expropiación - sin pago y bajo control obrero - del gran capital nacional y de las transnacionales, para satisfacer de verdad las grandes necesidades de las masas trabajadoras. Sea cual sea el nuevo gobierno, al servicio de la lucha por este objetivo estratégico y de la adopción de un programa revolucionario, debemos poner toda nuestra capacidad de organización.

Para afrontar esas tareas la dirección de la CGTP debe abandonar de inmediato la sumisión al nacionalismo burgués. En estas circunstancias es también más importante que nunca la propia sustitución de esa dirección burocrática por dirigentes de base honestos y luchadores que puedan adoptar en su momento un programa clasista y garantizar el combate sin cuartel contra la burguesía. El encuentro de ese programa con una nueva generación dirigente en un próximo período, podrá abrir la posibilidad de construir un partido de los trabajadores revolucionarios, que se fije como objetivo la revolución socialista en el Perú.

Mayo 2011

Colectivo Revolución Permanente en el Perú

(Publicado en Revolución Socialista # 7 - mayo 2011)

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