noviembre 24, 2010

RS 6

Editorial de Revolución Socialista # 6 (Noviembre 2010)


Quién podría decir que el pueblo trabajador ha carecido de combatividad hacia el gobierno aprista. Algunas veces mejor organizado y otras espontáneamente, no ha dejado de enfrentar los continuos ataques del Ejecutivo burgués, su bloque parlamentario y su aparato judicial. En ciertos momentos consiguió incluso colocar a la defensiva al enemigo de clase, pudiendo llegar a abrirse una situación más favorable.

Ha sido más bien el recurrente boicot a esa disposición de lucha por parte de los propios dirigentes del movimiento obrero, es decir la burocracia sindical con su premeditada política de paros brevísimos, aislados y de engañosas “mesas de diálogo”, lo que produjo derrotas que le dieron suficiente respiro al régimen. En estos días hay encuestas que le otorgan a Alan García hasta un 40 % de aceptación, muy superior al índice del que gozaba Toledo en sus últimos meses. Esto es un reflejo, en la conciencia coyuntural de la población, de la decepción a que la someten estas cúpulas desprestigiadas que se han negado testarudamente a convocar una Huelga General Indefinida contra cada uno de estos gobiernos.

En sustitución de la política clasista que tendría el deber de practicar, la burocracia es siempre electoralista y servil hacia las opciones burguesas. En particular, partidos como los de Humala (PNP) y Villarán (FS) son elogiados, apoyados y obedecidos por la dirección de la CGTP, constituida de partidos reformistas pseudosocialistas. De esta manera se estafa a las masas, generándoles falsas esperanzas en proyectos comprometidos, por su naturaleza social, con los intereses capitalistas y el sostenimiento del Estado burgués. En ausencia aún de una nueva generación de activistas obreros de formación marxista, a las cúpulas les es sencillo imponer esta política ajena y contraria a la Revolución Proletaria Socialista.

La política revolucionaria se propone unir las filas de todos los explotados contra la burguesía en todas sus expresiones, según el principio marxista de la independencia de clase. Esta táctica de la acción unitaria de todas las organizaciones de trabajadores fue históricamente establecida por la Internacional Comunista, desde 1921, con el nombre de “Frente Único”. Basados en ella, los comunistas luchamos al interior del movimiento de masas por la adopción de un programa revolucionario para establecer un Estado de Trabajadores sobre las ruinas del Estado actual. Como parte de ese programa, planteamos la organización de nuevos organismos de poder como una Asamblea Popular Nacional y la construcción de un partido obrero revolucionario que asuma el liderazgo del movimiento.

Cumplido un proceso de decantamiento político y metodológico, los editores de Tribuna Clasista iniciamos la publicación de Revolución Socialista como uno de los órganos nacionales de nuestra agrupación internacional. En el período anterior el esfuerzo estuvo dirigido a intentar tender un puente entre el programa revolucionario histórico y los dispersos elementos y grupos de vanguardia que venían surgiendo. Algunos de ellos acogieron nuestra invitación a expresarse en estas páginas, otros todavía son víctimas de su propio comportamiento sectario. En este nuevo período, ya de prensa partidaria, consideramos a este trabajo una indispensable herramienta en la lucha por crear una organización revolucionaria de trabajadores en el Perú, con un programa político que sintetice la experiencia que la historia de la lucha de clases nos ofrece.

por el camino de Lenin y Trotsky

Colectivo Revolución Permanente en el Perú
Noviembre 07 de 2010

Frente único de los trabajadores contra toda la burguesía


En la lucha por la socialización de la economía del país. FRENTE ÚNICO DE LOS TRABAJADORES CONTRA TODA LA BURGUESÍA.

En la recta final del gobierno aprista, podemos constatar que los objetivos fundamentales de la clase dominante para este período se han ido cumpliendo. Especialmente la política privatizadora, proveniente de la dictadura fujimorista y del gobierno de Toledo, que ha dado otro salto exponencial mediante una ofensiva de concesiones de recursos naturales a empresas imperialistas y otros capitales extranjeros. Sólo para mencionar una cifra, hoy en día alrededor del 90 % de la amazonía peruana está concesionada y en situación parecida se encuentran la región andina y el resto del territorio.

Aunque contestada por reiteradas manifestaciones, huelgas y levantamientos populares, esta política reaccionaria ha sido sistemáticamente establecida, tanto por la alianza que mantienen el APRA, el Fujimorismo, PPC, Solidaridad Nacional, UPP, Perú Posible, Restauración Nacional y otros en el Congreso, como por la avalancha de Decretos Legislativos que esa mayoría parlamentaria delegó dictaminar al gobierno de Alan García en estos años. Dentro de esta legislación antipopular se encuentran también los decretos que criminalizan la protesta, la movilización, las paralizaciones, toda acción de respuesta a las agresiones económicas y políticas de la burguesía.

En estas condiciones ha llegado la movilización por la defensa de uno de los recursos más importantes que podría beneficiar a nuestros pueblos: el gas. La provincia cusqueña de La Convención llevó a cabo una huelga indefinida durante casi veinte días a partir del 27 de julio. Una huelga que recibió el apoyo masivo de la población de la región y la convocatoria de huelgas indefinidas semejantes en las provincias de Canchis y Espinar, que ya en meses y años anteriores habían desarrollado el mismo método de lucha. Estas huelgas, sin embargo, al no activarse en las trece provincias del Cusco y habiéndose lanzado des-sincronizadamente, no pudieron acabar con los planes del Gobierno, quedando aisladas y teniendo que suspenderse en base a falaces promesas y engaños del Ejecutivo a las organizaciones populares.

¿Por qué resulta tan sencillo que el Gobierno termine saliendo del aprieto y neutralizando la movilización de las masas? Porque son las propias direcciones burocráticas del movimiento de masas las que en este caso se oponen decididamente a una Huelga Regional Indefinida y a una Huelga Macroregional del Sur, reclamadas hace mucho por las bases trabajadoras. Se trata de la burocracia de la Federación Departamental de Trabajadores del Cusco (FDTC) en colusión con la alta dirección de la CGTP. Son quienes impiden adoptar ese combate a pesar de las firmes y superiores experiencias de huelgas indefinidas a lo largo del período aprista, como han sido por ejemplo, además de las descritas, las de Chumbivilcas, La Oroya, Moquegua, Bagua, Islay y Chala. A las direcciones sindicales burocráticas no les preocupa que estas luchas hayan sido la mejor expresión actual de la conciencia de los explotados y que sólo uniéndolas, fortaleciéndolas y extendiéndolas pueda arrancársele conquistas a la burguesía; no lo admitirán porque su única preocupación son los cargos públicos que pretenden obtener cada vez que llegan los procesos electorales.


Defender una política clasista y no servil

La lucha por el gas es la lucha por toda la riqueza nacional. No es únicamente el gas lo que está en cuestión, sino todos los recursos naturales y la riqueza generada por el pueblo trabajador de todas las regiones, riqueza que los gobiernos burgueses obsequian a los amos imperialistas al precio de su corrupción. Observemos los casos de las empresas estatales, para comprobar que la ofensiva privatizadora sigue en marcha y se pretende liquidar Sedapal, las eléctricas, Corpac, o Enapu (en la línea de la concesión fraudulenta del puerto de Paita).

No hay solución para los trabajadores sin la socialización de la economía, sin que todas las áreas productivas se encuentren en manos de un nuevo Estado de los Trabajadores. El capitalismo, el sistema de la propiedad privada de los medios de producción, significa siempre desempleo, sobreexplotación, salarios ínfimos y permanente pobreza. Es imprescindible acabar con esta economía capitalista en el país y para ello hay que expropiar las empresas imperialistas, los capitales extranjeros y los grandes capitales nacionales, sin retribución económica (pues son bienes que pertenecen legítimamente al pueblo), poniéndolos a funcionar bajo el control directo de sus trabajadores.

El único camino para alcanzar esta meta es luchar con una política que sea independiente de todos los sectores de la burguesía, no con la política colaboracionista y servil que ha caracterizado a las dirigencias del movimiento obrero y popular. Sólo la independencia política de los trabajadores, movilizándonos por nuestras propias reivindicaciones y programa, puede garantizar que habrá victorias. De lo contrario los resultados de las luchas beneficiarán, como hasta ahora, a ciertas fracciones de la clase dominante y no a los explotados.

El fin de las concesiones, la anulación de los TLCs, un salario que cubra la canasta familiar, la desaparición de los services, salud y educación públicas, gratuitas y de calidad, servicios públicos a precios populares, el desconocimiento de la deuda externa…, sólo serán conseguidos sin doblegarse ante los sectores burgueses que se autodefinen como “nacionalistas”, “democráticos”, “progresistas” o “centro-izquierdistas”, los cuales persiguen sus objetivos particulares y atacarán - tanto económica como represivamente - a las masas productoras desde los puestos que logren alcanzar en el actual Estado.

Sus objetivos no son los nuestros, sus métodos tampoco. No son sectores proletarios ni pretenden una sociedad socialista. No nos representan pero sí demandan desesperadamente nuestro apoyo electoral para preservar el Estado capitalista. Por eso el combate contra todos los opresores requiere de una firme táctica de Frente Único entre todos los trabajadores de la ciudad y del campo.


Frente Único combativo y no electoralismo tras el nacionalismo burgués

La responsabilidad de asegurar la unidad de las filas trabajadoras en todas partes, para combatir los proyectos de la burguesía y derrotarlos, corresponde siempre a las direcciones sindicales, especialmente por supuesto a los dirigentes de la central mayoritaria, la CGTP. Pero en lugar de cumplir ese rol, la burocracia del PC y Patria Roja, encabezada por Mario Huamán, ha invertido varios años en propiciar el oportunismo electorerista y rendirse ante el nacionalismo burgués de Ollanta Humala. Ha pretendido convertir artificialmente y por todos los medios, a este miembro de la élite militar y social, en un caudillo del movimiento obrero y popular. Lejos de defender los objetivos y métodos de clase, el propio Huamán, con esa política de postración, se ha hecho designar por la Federación de Construcción Civil para ocupar algún cupo en la futura plancha presidencial de Humala. Adicionalmente, el PC y Patria Roja han llevado a la Alcaldía de Lima a Fuerza Social de Susana Villarán, otra versión partidaria burguesa ya comprometida con los reaccionarios gobiernos privatizadores de Paniagua y Toledo, ahora en alianza con el movimiento pequeño burgués del sacerdote Arana. Para los gobiernos regionales de Arequipa, Cusco o Junín, ha sucedido algo semejante. Qué gran demostración claudicante y pro-burguesa de parte de la tradicional izquierda reformista.

En ese camino, además, la cúpula de la CGTP no ha optado nunca por impulsar la construcción de organismos de poder trabajador como las Asambleas Populares o los Comités de Lucha o Huelga provinciales. Menos por preparar algo superior a las reiteradas e inútiles manifestaciones o paros de un día, como sería una Huelga General Indefinida. Más bien ha llevado de fiasco en fiasco a la vanguardia del movimiento popular: la creación de la Coordinadora Político Social para favorecer al Partido Nacionalista, la destrucción de la iniciativa por una “Asamblea Nacional de los Pueblos” a causa de la propia pugna inter-burocrática PC vs. Patria Roja, la creación de una nueva sigla pro-PNP, el Frenvidas, absolutamente esposada de pies y manos por la política humalista burguesa. No es necesario ser muy zahorí para saber que ese mismo destino le espera al nuevo membrete “Comité Nacional de Lucha en defensa de la Soberanía, los Recursos Naturales y el Medio Ambiente”, abocado a buscar un Referéndum sobre el Gas que la burguesía puede fácilmente sabotear sin tener que resignarse a obedecer su resultado.

Sin voluntad para construir el poder de los trabajadores por medio de nuevos y masivos organismos que nos representen democráticamente en las luchas, a la dirigencia oportunista sólo le ocurre pretender la reforma del Estado de la burguesía mediante una Asamblea Constituyente que “refundaría la República” de los opresores. Este es el señuelo que presentan como panacea, escondiendo que jamás las conquistas históricas de los pueblos han provenido de la provisional existencia de ese tipo de entidades al servicio de la clase dominante, sino de la derrota política (y en algún momento militar) de este enemigo de clase. No de intentar refaccionar lo que hace casi doscientos años fundaron los antiguos oligarcas peruanos, sino de crear un Estado del proletariado por medio de la revolución social, lo que implica levantar un organismo de frente único que pueda ir convirtiéndose en el centro del nuevo Estado, una Asamblea Popular Nacional, opuesta a los poderes burgueses del Gobierno, el Congreso y el Poder Judicial. Al mismo tiempo, para que una táctica electoral tenga algún sentido progresivo clasista, la dirección de la CGTP, es decir el PC y Patria Roja, deben romper toda sujeción a cualquier partido burgués o pequeño burgués, llamando a crear una Candidatura del movimiento obrero y popular, con candidatos elegidos en asambleas democráticas de bases.

El camino del frente único, de la unidad combativa de los trabajadores, es un camino revolucionario, el camino de la Revolución Socialista. Por eso la clase obrera necesita su Partido revolucionario, lo mejor de sus activistas reunidos en torno a un programa de ruptura con el capitalismo y que impulse la alianza obrero – campesina para hacerse del poder político. Sólo así las pequeñas conquistas de hoy no acabarán perdiéndose como en el pasado y toda lucha tendrá un verdadero sentido histórico socialista. A trabajar por construir esa organización con un genuino programa comunista convocamos a nuestros compañeros de todas las luchas, trabajadores y estudiantes.

Publicado en Revolución Socialista # 6 (Noviembre 2010)

Elecciones 2010 – 2011: Un enfoque marxista. El nefasto papel de la "izquierda" y el frentepopulismo.

El proceso electoral burgués, con sus clásicos acomodos y reacomodos, una vez más nos permite apreciar hasta donde están dispuestas a llegar con su traición las actuales dirigencias del movimiento obrero y popular. Las masas movilizadas, agobiadas por la miseria galopante e irreversible dentro del marco capitalista, reiteradamente vienen siendo conducidas a callejones sin salida por burócratas y caudillos cuyas políticas se derivan de la preservación de sus privilegios y desembocan en el sostenimiento del orden burgués.

Es un hecho que las masas trabajadoras en su gran mayoría aun abrigan esperanzas en las elecciones burguesas, por lo tanto, si demandan una alternativa electoral son sus organizaciones las llamadas a unirse para lanzar candidaturas propias sin incluir a representantes de la burguesía. Además, la presentación de candidaturas debería ser una expresión democrática de la voluntad de las bases, desterrando el viejo autoritarismo impuesto por las burocracias sindicales y políticas. Esta forma de erigir una expresión electoral clasista ni de lejos es insinuada por la burocracia sindical; en julio el Secretario General de la CGTP Mario Huamán declaraba a la prensa: “Conversé con el padre Marco Arana, con todas las izquierdas y con el Partido Nacionalista. (...) Reitero, no debe haber ocho candidaturas del sector popular o progresista, deben hacerse los esfuerzos para forjar una sola” (1) , desconociendo que los trabajadores, fuerza productora de la sociedad, jamás deben coaligarse con sectores de la burguesía que una vez en el poder siempre arremeten contra ellos.

El apoyo crítico:
Para los comunistas es claro que la construcción del poder de los trabajadores jamás será por la vía electoral, ya que son los propios trabajadores de la ciudad y el campo quienes deben levantar organismos de confluencia y autodeterminación de masas encaminados a desarrollar su poder político, órganos incompatibles y enfrentados desde el principio con la burguesía y sus instituciones. No existe vía alternativa; el Estado burgués sólo caerá mediante la lucha de las masas organizadas y bajo la conducción de un partido obrero revolucionario. Sin embargo, una táctica electoral consecuente con los intereses de los explotados puede permitir ganar valiosas lecciones de organización política, principalmente a los trabajadores más jóvenes, creando además un espacio dinámico para la discusión y difusión de un programa político revolucionario.

El apoyo crítico no se encuentra fuera del repertorio revolucionario, por ejemplo se le podría brindar a un partido reformista de trabajadores eventualmente enfrentado con una candidatura burguesa, pero criticando abiertamente su programa político reformista (pro burgués) o centrista y sólo si dicho partido cuenta con la simpatía de una porción considerable de las masas. Pero en este momento la situación es muy distinta, los parásitos a la cabeza de las organizaciones obreras obedeciendo a sus apetitos personales llaman a votar por candidatos de partidos burgueses, ante esta política colaboracionista sólo existe lugar para el más enérgico repudio.

Los autoproclamados “socialistas” mantienen un enfoque muy distinto y no tardaron en apoyar, “críticamente” en algunos casos y plenamente en otros, a las denominadas candidaturas “alternativas” o “progresistas” vale decir a la izquierda burguesa. Esa es la táctica electoral del variopinto revisionismo seudo marxista, lo lamentable es que muchos jóvenes en sus filas, tan entusiastas como desorientados siguen dispuestos a seguir esta errada política, tal como ocurrió en las pasadas elecciones municipales y regionales.

Otras opciones… ¿Pizango?
Para los contestatarios y “anti neoliberales” las opciones electorales no se limitan a Villarán, ya coronada con un apretado triunfo, Ollanta Humala o el cura Arana, también tienen a Pizango ¡Caray! Y cómo no apoyarlo si sería el supuesto artífice de levantar en armas a las heroicas masas indígenas en el histórico “Baguazo”, aunque poco después él mismo lo negara rotundamente: “Yo estuve en contra de la toma de carreteras, yo siempre he manifestado eso (…) si me hubieran dicho vamos a matar yo estoy en contra de eso, cuando sucedieron estos hechos lamentables y me comenzaron a perseguir yo dije ¡que culpa tengo yo! ¡Acaso yo he mandado a matar!” (2) .

Un joven activista convencido que Alberto Pizango es un aliado natural de la revolución, me esbozó algunos detalles de su vida; perteneciente a la etnia Shawi, desde los 17 años maestro de escuela en su comunidad, padre de familia con cuatro hijos, más tarde como presidente de la Aidesep (3) asumió una oposición recalcitrante frente al gobierno aprista y su intención de saquear los recursos naturales amazónicos. “¡Pizango es un representante genuino de nuestro pueblo!” me increpaba, eso es cierto, pero lo relevante es que sus aspiraciones son meramente reformistas y si bien los choques más duros que su posición ha tenido con el gobierno fueron fruto de la justificada defensa de los ancestrales territorios indígenas sus perspectivas jamás trascendieron el marco capitalista.

El enfrentamiento en “la curva del diablo” donde decenas de hermanos nativos ofrendaron sus vidas, sirvió para demostrar que la población indígena levantada en armas estaba muy por delante de sus dirigentes, quienes consideran que la insurrección consiste en lanzar a las masas contra las huestes de la burguesía (policía – fuerzas armadas) para conseguir una mísera concesión gubernamental.

Luego del heroico “Baguazo” vinieron las humillantes “mesas de negociación” y el gobierno de García volvía a respirar con relativa tranquilidad, ¡punto para el Estado Burgués!. Quedando claro que el movimiento indígena amazónico tiene en su actual dirigencia un pesado lastre del que debe desembarazarse lo antes posible.

Para los revolucionarios, por el contrario, la insurrección de las masas organizabas tiene como objetivo destruir por completo el poder burgués, esta magna tarea sólo podrá realizarse bajo la dirección de un partido revolucionario de carácter proletario, ya que los intereses de la clase obrera chocan directamente con los de la burguesía. Este tipo de partido es el único capaz de conducir y evitar el extravío de los explotados en el camino hacia su emancipación plena. No existe un instrumento político alternativo, el resto son ilusiones que hace tiempo debieron pulverizarse bajo el peso de la experiencia histórica.

El frentepopulismo, una traición a todos los explotados:
El frentepopulismo, es decir la alianza programática entre representantes de la burguesía y organizaciones de trabajadores (bajo el dominio socialdemócrata o stalinista) constituye una flagrante traición a los explotados, ya que el bloque en su conjunto siempre responde a intereses burgueses, lo que desemboca en un inevitable retroceso del movimiento de masas. Los antecedentes de esta política colaboracionista se remontan a la década del 30, cuando en Francia (4) y España (5) las direcciones stalinistas y socialistas desviaron al movimiento obrero hacia la colaboración con la burguesía enmascarándola como una alianza del proletariado con la clase media.

En Francia el Frente Popular fue un instrumento útil para contener el ascenso de masas mediante algunas concesiones a los trabajadores (reconocimiento del derecho sindical, aumento irrisorio de salarios, etc.). En España otro nefasto frente popular apoyado por stalinistas, socialdemócratas y anarquistas se encargó de anular la posibilidad de una revolución proletaria en el marco de la Guerra Civil (1936 – 1939), además desarmó al proletariado organizado facilitando el ascenso del ultrareaccionario régimen franquista.

Las políticas frentepopulistas, aun cuando no colocan a sus representantes a la cabeza del Estado burgués contribuyen a su sostenimiento, por ejemplo en Argentina la denominada Izquierda Unida (1988), engendro del MAS (Movimiento al Socialismo) y el PC, a pesar del rotundo fracaso electoral (6) brindó su cuota en aras de la estabilidad del Estado burgués pregonando a los cuatro vientos que era necesario “democratizarlo” negando la necesidad de destruirlo. La IU (7) en Perú (1980 - 1995) también le permitió al Estado burgués superar momentos críticos, desviando la atención de las masas e impidiendo el surgimiento de órganos de poder proletario. Como “oposición” sirvió de contrapeso estabilizador a la “democracia” burguesa; la IU jamás planteó el derrocamiento de los gobiernos burgueses con los que convivió, por el contrario, estableció una relación simbiótica con ellos basada en “jugar a la oposición”, así sostuvieron al gobierno genocida y corrupto de Alan García (1985 - 1990), llamando luego a votar por Fujimori (1990) cuyo régimen ultrareaccionario asestaría durísimos embates al movimiento obrero que aun no logra superar.

Los años han pasado y en Lima, nos tomó por sorpresa la candidatura de frente popular presentada por un improvisado partido burgués “Fuerza Social”, que de la mano del PC, Patria Roja – MNI, etc. se convertía en la segunda expresión visible de la izquierda burguesa después del Partido Nacionalista Peruano. Y si bien dentro de este sector existieron algunos “coqueteos”, en estos meses tampoco faltaron los desplantes públicos, siendo incierta la conformación de un frente popular unificado a nivel nacional. Pero es un hecho que la burocracia sindical y los partidos reformistas enquistados en el seno del movimiento obrero continuarán pactando con diversos sectores de la burguesía bloqueando así el surgimiento de la independencia política de los trabajadores.

Nos encontramos en meses aleccionadores en los cuales caudillos, burócratas, reformistas y revisionistas de toda laya exhibirán de cuerpo entero su oportunismo. ¡Estemos atentos! Hoy la demagogia barata satura los medios de comunicación, inunda las calles y las plazas, irrumpe en las asambleas de base, y no proviene sólo de los vasallos del imperialismo, incapaces ya de ocultar sus intenciones, sino también de aquellos burócratas agentes de la burguesía que explotan al máximo la influencia que aun mantienen sobre las organizaciones de los trabajadores y de farsantes “progresistas” que se amparan en la actual desorientación de los explotados.


Carlos García M.


Notas:

(1) Diario “La República” 13 de julio de 2010.
(2) Entrevista emitida por “Cuarto poder” (Canal 4) el 30 de mayo de 2010.
(3) Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP); reúne a más de 1,300 comunidades indígenas y casi medio centenar de etnias aborígenes. La AIDESEP es un importante movimiento indígena pero uno de sus principales problemas son las ONGs burguesas que la instrumentalizan.
(4) El Frente Popular de Francia (1935 - 1938): coalición política de socialdemócratas (PSU), comunistas (PC), organizaciones de trabajadores (CGT y CGTU) y la burguesía (El Partido Radical fue el más importante). Ganó las elecciones parlamentarias en mayo de 1936 con Léon Blum como Primer Ministro.
(5) El Frente Popular de España (1935 - 1939), coalición entre partidos burgueses liberales (Izquierda Republicana de Manuel Azaña, la Unión Republicana de Martínez Barrio, Esquerra Republicana de Catalunya de Lluís Companys) y los partidos Socialista y Comunista, con apoyo de los anarquistas y el centrista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM. El frente popular ganó las elecciones en febrero de 1936 y se mantuvo en el gobierno hasta el fin de la Guerra Civil Española.
(6) Argentina; en las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989 el candidato de la Izquierda Unida, Néstor Vicente, logró 409,751 votos, apenas el 2,45% del total de electores. Resultando triunfador por el Frente Justicialista de Unidad Popular el peronista de derecha Carlos Saúl Menem.
(7) La Izquierda Unida (IU) en Perú estuvo integrada partidos del movimiento obrero: PC, UNIR (Patria Roja), PCR, FOCEP, UDP (después PUM) y de la izquierda burguesa: PSR (Velasquismo), MAS (de H. Pease, R. Ames y G. Helfer), APS (de G. Mohme).


Publicado en Revolución Socialista # 6 (Noviembre 2010)