noviembre 07, 2005

Un malabarismo estaliniano

Circula un artículo de Dante Castro acerca de las recientes inclinaciones de algunos intelectuales cubanos hacia la figura de Trotsky. Con este motivo, el redactor rasga desesperadamente sus vestiduras por el “retorno al marxismo leninismo” en Cuba.

Lo primero que sorprende es la súbita y conmovedora manera de reconocer que el régimen castrista habría abandonado el “marxismo-leninismo” tiempo atrás. Para un periodista apéndice de tal régimen, esto debe suponer un verdadero camino del Gólgota, un infausto purgatorio. Y aunque por supuesto no analiza en absoluto el proceso degenerativo que admite, no le cambian los colores del rostro cuando al mismo tiempo prodiga alabanzas a los “lineamientos del partido”.

Son plausibles estos esfuerzos por conciliar su autoexorcismo político con la rancia retórica estalinista, pero son harto insuficientes. El “zahorí lector” invocado, toma buena nota del embozo. Aunque Ud. no lo crea, ante sus ojos se materializa un supuesto adversario del burocratismo castrista en nombre del marxismo-leninismo: ¡un Dante Castro filotrotskista! ¿Alguna buena broma?

El caso es que se despacha aquí y allá contra el “burocratismo”, la “casta privilegiada” y hasta contra la actual reintroducción del capitalismo en la isla. Enfila contra tales perversidades cual ignotos demonios y molinos de viento. En la cruzada de su endeble discurso, es el campeón de un pretendido antiburocratismo estaliniano.

Pero, vamos maestro, un poco de escrúpulos. ¿Cuándo, cómo y quién instauró el burocratismo en Cuba? ¿Cómo así su inmaculada dirección “revolucionaria” despertó procapitalista un buen día? ¿En qué instante de los interminables panegíricos castristas (y dantecastristas) se transformó el príncipe en batracio? Oh, esas no son tribulaciones que distraigan a nuestro artificiero. Para encararlas habría de abordar al menos las obras de Trotsky sobre la URSS, y enfrentar la verdad podría resultarle muy desagradable.

Lo cierto es que la verdad histórica, ya sea en el mundo de la primera mitad del XX, ya sea en la Cuba de hoy, no tolera ardides. En la URSS, en Europa del Este, en Asia y en Cuba, el engendro estatal estalinista cuya dictadura privó a las masas trabajadoras del poder, ha quedado y queda, otra vez, desenmascarado. Ninguna hipocresía cómplice, ninguna pose jruschoviana – muy a su pesar – puede maquillar, ni dentro ni fuera de Cuba, lo que el Gran Jefe Burócrata se encargó de blindar durante décadas desde la cúspide de la casta privilegiada del PC caribeño.

La pócima del regreso a la demagogia “marxista-leninista” para ocultar la realidad, no puede ser más irrisoria. La burocracia restaura entusiastamente el capitalismo, para bonanza propia y de fracciones imperialistas europeas y norteamericanas, con las que se entiende y negocia. Su proceso de conversión en nueva burguesía lleva velas y buen viento en la ruta de sus pares rusos, chinos y europeos. Un proceso que sólo podría ser abortado por una revolución política proletaria demoledora del régimen castrista, pero jamás por los golpes de pecho de cualquiera de sus acólitos.

Frente a esto el asunto de Guevara es tangencial.

Que éste representaba un ala izquierda del reformismo estalinista, no debería ser un secreto para nadie. Así lo revelan su progresivo disenso de la política oficial soviética y su opción por el antiimperialismo militarista. Todo ello - vaya novedad – contrastaba con la postura de Castro, a la sazón fiel alabardero de la jerarquía del PCUS en entrañable y fotográfico abrazo con Jruschov.

Nada de lo cuál, por supuesto, hace de Guevara un trotskista. Intentan transformarlo en ello justamente aquellas tendencias seudotrotskistas que desde hace cincuenta años abandonan la práctica de la revolución socialista y a las cuales se acopla ahora el imposible castrismo trotskoide de Celia Hart; tendencias por cuyas trayectorias obviamente nadie puede responsabilizar a Trotsky ni a la IV Internacional bajo su dirección. ¿Guevara antiburocrático? En tal caso, lo menos que se puede decir es que pretendía concebir la rueda de madera cuarenta años después de que Trotsky inventase el automóvil.

Desde luego el pueblo es sabio, Dante Castro, aunque no siempre… Pero lo suficiente para haber combatido a las castas “marxistas-leninistas” que luego se convirtieron en clase explotadora. De esto se trata la crisis del estado burocrático cubano también. Con que, no más malabarismo exculpatorio y menú fantasmal de la resurrección democrática estalinista. Si la frase “marxismo-leninismo” puede tener algún significado no envenenado de millares de traiciones y de gulags, ese sólo puede ser la teoría y la práctica de la Revolución Permanente.

Mil veces preferible como narrador de ficción, las ficciones políticas del bohemio ilustrado sí que son intolerables. “¡A otro perro con ese hueso!” escuchó uno, y a su vez acotó: “¡Más aún si viene de Patria Roja!”…..


Sergio Bravo M.

Oct. 19. 2005