enero 21, 2024

100 AÑOS CON LENIN

LENIN COMO TIPO NACIONAL

(León Trotsky, Pravda, 23.04.1920)

El internacionalismo de Lenin no necesita ser demostrado. Se manifiesta admirablemente en la intransigente ruptura, en los primeros días de la guerra mundial, con aquella falsificación del internacionalismo que dominaba la II Internacional. Los jefes oficiales del “socialismo”, desde la tribuna parlamentaria, con argumentos abstractos inspirados por el espíritu de los viejos cosmopolitas, conciliaban los intereses de la patria con los intereses de la humanidad. En la práctica todo esto condujo, como sabemos, a sostener una patria de rapiña utilizando para esto las fuerzas del proletariado.

El internacionalismo de Lenin, lejos de ser una conciliación puramente verbal entre el espíritu nacional y el internacional, es una fórmula de acción revolucionaria extendida a todos los pueblos. El territorio mundial habitado por lo que se llama humanidad civilizada es considerado como un inmenso y único campo de batalla en el que maniobran los pueblos y las clases. Ninguna cuestión de importancia puede encerrarse en un marco nacional. Hilos visibles e invisibles establecen un lazo eficaz entre un hecho que puede parecer nacional y decenas de otros hechos que se producen en todos los puntos del globo. En su apreciación de los factores y de las fuerzas internacionales Lenin estaba más exento que cualquiera de toda parcialidad nacional.

Marx estimaba que los filósofos habían interpretado el mundo; para él el problema consistía en transformarlo. Pero él, el genial precursor, no vivió lo suficiente para asistir a esta transformación. La transformación del viejo mundo se halla en pleno desarrollo y Lenin es su primer obrero. Su internacionalismo es una apreciación práctica de los acontecimientos históricos y una intervención en su curso a escala internacional y para un propósito mundial. Rusia y su destino son solamente un elemento de este grandioso proceso histórico de cuyo éxito depende la suerte de la humanidad.

No, el internacionalismo de Lenin no necesita ser demostrado. Y sin embargo, el propio Lenin es profundamente nacional. Tiene sus raíces en la nueva historia rusa, concentra esta historia en sí mismo, le da su más honda expresión, y precisamente por esto, alcanza el nivel de una acción y una influencia internacionales.

A primera vista, la atribución a Lenin de un carácter “nacional” puede sorprender; pero, en realidad, es evidente. Para dirigir una revolución sin precedentes en la historia de los pueblos, como la que se produce en Rusia, es evidentemente necesario hallarse en una conexión orgánica indisoluble entre el jefe y las fuerzas profundas de la vida popular, conexión que brota de los orígenes más profundos.

Lenin encarna el proletariado ruso, una clase joven, que políticamente tiene apenas la edad de Lenin y es, además, una clase profundamente nacional, porque en ella se resume todo el desarrollo pasado de Rusia y contiene todo el futuro del país, porque en ella vive y se transforma la nación rusa. Sin rutina ni ejemplo que seguir, libre de falsedad y de compromiso, pero firme en el pensamiento e intrépido para actuar, con una audacia que nunca se vuelve temeraria; así es el proletariado ruso y así es Lenin.

La naturaleza del proletariado ruso, que actualmente se ha convertido en la fuerza más importante de la revolución internacional, es el fruto de toda la historia nacional de Rusia: la crueldad bárbara de la autocracia, la insignificancia de las clases privilegiadas, el desarrollo febril del capitalismo activado por influencia de la gran banca mundial, la decadencia de la burguesía rusa y de su ideología, y la mediocridad de su política. Nuestro “tercer Estado” no tuvo y no podía tener su Reforma ni su Gran Revolución. Por eso la tarea revolucionaria del pueblo ruso era más vasta, más universal. Nuestro pasado no nos ha legado ni a un Lutero, ni un Tomás Münzer, ni un Mirabeau, ni un Dantón, ni un Robespierre. Es por eso, precisamente, que el proletariado ruso tiene a su Lenin. Lo que faltaba en tradición se ganó en energía revolucionaria.

Lenin refleja en sí la clase obrera rusa, no sólo en su presente proletario, sino también en su pasado campesino todavía muy reciente. Este hombre, el más indiscutible de los jefes del proletariado, no solamente tiene el aspecto externo del mujik, sino que también posee su fuerte naturaleza interior.

Ante el Smolny se eleva la estatua del otro héroe del proletariado mundial, Marx, sobre un pedestal, vistiendo una levita negra. Esto es sólo un detalle, por supuesto: pero es absolutamente imposible imaginarse a Lenin vistiendo una levita negra. En algunos retratos, Marx aparece con una amplia pechera sobre la que pende una suerte de monóculo. Que Marx no era hombre inclinado a la coquetería es cosa clara para quien lo conocía un poco. Pero Marx creció sobre una base distinta de cultura nacional, respiró en una atmósfera diferente, como sucede a todas las personalidades destacadas de la clase obrera alemana, cuyos orígenes no se remontan a las aldeas, al campesinado, sino al artesanado, los gremios y a la complicada cultura de la ciudad medieval.

El estilo de Marx, rico y flexible, y en el que se combinan la fuerza y la delicadeza, la cólera y la ironía, la austeridad y el refinamiento, denota también el sustrato ético y literario de toda la antigua literatura socialista alemana desde la Reforma y aun antes. El estilo literario y oratorio de Lenin es extremadamente sencillo, utilitario, ascético, como toda su manera de ser. Pero en este poderoso ascetismo no hay ni sombra de un prejuicio moralista. Esto no es un principio, no es un sistema preconcebido, y naturalmente no es una pose: sencillamente es la expresión de la concentración interna de las fuerzas destinadas a la acción. Es el espíritu práctico, es la economía interior del mujik –pero en un plano más grandioso.

Marx entero está contenido en el Manifiesto Comunista, en el prólogo de su Crítica, en El Capital. Aun cuando no hubiese sido el fundador de la I Internacional, siempre hubiera sido lo que es. Lenin, en cambio, se dedica desde luego a la acción revolucionaria. Sus obras son simples ejercicios preparatorios de la acción. Aunque no hubiese publicado un solo libro hubiera aparecido en la historia como aparece hoy: como el jefe de la revolución proletaria, el fundador de la III Internacional.

Se necesitaba un sistema científico claro, una dialéctica materialista, para la acción desarrollada en el plano histórico sobre la que tenía que trabajar Lenin; ello era necesario, pero no suficiente, hacía falta aquel poder creador misterioso que se llama intuición: la capacidad de apreciar los acontecimientos con una rapidez inaudita, de distinguir lo esencial y lo importante de lo insignificante y superfluo, completar con la imaginación las espacios vacíos del tablero, medir bien los pensamientos de los demás y sobre todo prever hasta el final los del enemigo; la capacidad de unir todos estos elementos, y en el momento en que la “fórmula” se concreta en su pensamiento, dar el golpe decisivo y alcanzar el objetivo. Esta es la intuición de la acción. Es la capacidad práctica de un espíritu inventivo.

Cuando Lenin, haciendo un guiño con el ojo izquierdo, escucha la lectura de un despacho por radio de un discurso parlamentario de un jefe del imperialismo o una nota diplomática de interés inmediato –documento en el que se encuentra la perfidia sanguinaria combinada con la hipocresía más exquisita–, parece un mujik de temple orgulloso, que no se deja engañar por los discursos grandilocuentes. Es entonces el mujik inventivo y hábil, que llega a los límites de la genialidad muñido de las armas más perfeccionadas de la ciencia.

El joven proletariado ruso no podrá cumplir esta tarea actual más que arrastrando tras de sí a la masa del campesinado, como se arranca un pedazo de tierra junto a sus raíces. Todo nuestro pasado nacional ha preparado este hecho. Pero precisamente porque la historia ha llevado al proletariado al poder, nuestra revolución ha superado radicalmente el limitado espíritu nacional, el espíritu provinciano tan limitado de la antigua historia de Rusia. La Rusia soviética se convierte no sólo en el refugio de la Internacional Comunista, sino también en la viva expresión de su programa y de sus métodos.

Por caminos desconocidos, no explicados aún por la ciencia, a través de los que se modela la personalidad del hombre, Lenin tomó de su medio nacional todo lo que necesitó para realizar la mayor acción revolucionaria en la historia universal. Es precisamente por esto que, la revolución socialista que poseía desde hace tiempo su expresión teórica internacional, encontró su primera encarnación nacional a través de Lenin. Lenin se transformó así, en el sentido más directo, más inmediato, en el conductor revolucionario del proletariado mundial. Esto es lo que yo puedo decir de él, esto es lo que uno reconoce en él en el día de su cumpleaños.




diciembre 15, 2023

Reforjar el movimiento de masas y construir su poder

Una nueva dictadura fujimorista quedó instaurada mediante las masacres de Andahuaylas y Huamanga, perpetradas un año atrás por el régimen congresal de mayoría ultraderechista que garantizó a Boluarte y Otárola como emisarios oficiales de la burguesía en su conjunto. 49 activistas mártires fueron ejecutados por las FFAA y la Policía, pero otras dos decenas de muertes producidas y miles de heridos también se cuentan en su saldo. De tal forma, el verdadero poder político ha correspondido desde entonces a la mafia encabezada por Keiko Fujimori y sus cómplices. El levantamiento popular de diciembre 2022 a marzo de este año, contra el Congreso y su Gobierno, quedó así debilitado y en declive, cesó la situación revolucionaria generada en el Sur, retrocedió la organicidad del movimiento, la situación general se mantiene incierta.

Días atrás, el proletariado agroindustrial de Barrio Chino, provincia de Ica, ha vuelto a protagonizar una semana de bloqueos y enfrentamientos en la Panamericana, con un costo de arrestados y heridos por docenas. Su lucha lo confirma como el auténtico destacamento de vanguardia obrera, no solo frente a la patronal agroexportadora sino a toda la plutocracia peruana y su régimen, un ejemplo para la clase entera y el pueblo trabajador. 1500 policías han sido enviados a la zona: muy urgente es una activa solidaridad clasista con Barrio Chino, emulando sus métodos de organización y combate.

Durante el levantamiento quedó en evidencia un colapso de la anquilosada estructura burocrática sindical y popular a nivel del Sur y del país, rebasada otra vez más por los sectores combativos urbanos y rurales. La dirección izquierdista-liberal de la CGTP (PC, Patria Roja) y sus aparatos regionales anexos, fueron nuevamente incapaces de conducir a las masas sublevadas a la contienda estratégica, pues es imposible que dichas burocracias con más de medio siglo de postración ante la clase dominante conserven algún interés en derribarla; sus vínculos socio-económicos y políticos con el poder del enemigo son indiscutibles. Esa misma burocracia monitoreó luego la conformación de la Coordinadora Nacional Unitaria de Lucha (CNUL), incluso con la participación de sectores de bases autónomas, pero, por supuesto, bajo su férula no servirá para forjar el enorme movimiento de masas, representativo y frontal, que genere un poder clasista contra el poder burgués. Comités unitarios de lucha, asambleas populares, frentes de defensa, columnas de autodefensa, necesitan ser forjados o reconstituidos en la perspectiva de una Asamblea Popular Nacional que represente a todos los oprimidos para disputarle el poder a los explotadores. Una dirección consecuente generada en su interior señalaría un nuevo cauce revolucionario, reemplazando al actual régimen por un Gobierno Obrero, Campesino y Popular. ¡Huelga General Indefinida para acabar con la dictadura fujimorista del Congreso ultraderechista!

15.12.23

Revolución Permanente

  



octubre 08, 2023

Cien años de la Oposición de Izquierda soviética

El 27 de marzo de 1922 se iniciaba el XI Congreso del Partido Bolchevique, último en que Lenin presentara el informe del Comité Central. En el evento, nada menos que alguien como Riazanov interviene rechazando la burocratización galopante del partido y emplazando al Comité Central por la transformación de los militantes en dóciles burócratas. En aquel momento, 22 miembros o simpatizantes de la tendencia Oposición Obrera habían denunciado ante la Internacional Comunista violaciones a la democracia en el partido. Preobrazhenski participa del Congreso señalando a Stalin como ejemplo de burocratización. Poco después, en una carta de abril al Politburó, Trotsky invoca limpiar al partido del burocratismo con el objetivo de reordenar la economía, para lo cual es necesario liberarlo de la administración directa del Estado. 

17.04.1923: XII Congreso del PCUS. La alianza establecida entre Zinoviev, Kamenev y Stalin acerca de la dirección del partido en noviembre del año anterior, con motivo de la grave enfermedad de Lenin, se convierte en un triunvirato de hecho. Zinoviev afirma que toda crítica a la línea del partido es objetivamente menchevique.

08.10.1923: Trotsky envía una carta al Comité Central denunciando la burocratización del aparato del partido, los nefastos métodos utilizados por la Secretaría General en la selección de los responsables, la gran capa de militantes rentados que entran en la dirección renunciando a sus propias opiniones y la gran masa de militantes que solo recibe órdenes e intimidaciones. Cotidianamente, Stalin elige a los altos cargos del partido y del Estado según su conveniencia; Trotsky vincula la lucha por la democracia partidaria con su ya notoria exigencia de planificación económica única y planificación industrial.

15.10.1923: 46 dirigentes comunistas envían una carta al Comité Central denunciando que un "aparato burocrático seleccionado" representa un régimen intolerable que está destruyendo al partido, que "prácticamente ha desaparecido la libre discusión" y que está vigente la dictadura de una fracción instaurada de hecho posteriormente al X Congreso. La carta de Trotsky y la carta de los 46 significan el nacimiento de la Oposición de Izquierda soviética. Ante las arteras descalificaciones infundadas desde la troika y el aparato, Trotsky declara: "Hay otro Politburó en el Politburó y otro Comité Central en el Comité Central".

21.10.1923: Conferencia Nacional de los comités de huelga alemanes en una situación revolucionaria. La mayoría socialdemócrata vota en contra de una Huelga General. La dirección del Partido Comunista, refrendada por la dirección rusa, cancela al día siguiente la insurrección previamente acordada. En agosto anterior, Stalin había planteado, en carta a Bujarin, "retener y no alentar" a los comunistas alemanes. La negativa de la dirección de la Internacional Comunista a preparar responsablemente la insurrección alemana, y luego su disposición a cancelarla, constituyen una capitulación que fortalecerá a la fracción burocratista encumbrada en Moscú.

05.12.1923: Producto del clima de polémica que se ha producido, el Politburó se ve obligado a votar una resolución unánime, en gran parte redactada por Trotsky, que anuncia un "nuevo curso democrático" en el PCUS.

08.12.1923: Trotsky escribe su texto "El nuevo curso", publicado en "Pravda" el día 11, que enfila contra "la fracción burocrática conservadora". Es necesario "un viraje serio en la mentalidad e intenciones del aparato del partido". Afirma que "la degeneración amenaza a la vieja guardia" y señala a "los elementos más conservadores del aparato" que frente a la protesta u objeción sancionan a los críticos.

14.12.1923: Ocho miembros titulares y suplentes del Politburó, descontando a Trotsky, dirigen una carta al Comité Central y a la Comisión de Control contra su escrito, acusándolo de fraccionalismo, de levantar a la juventud del partido contra la dirección, de desacreditar a la dirección. Recuerdan que Trotsky "durante largos años luchó contra el bolchevismo codo a codo con los oportunistas". Zinoviev denuncia "el trotskismo".

A continuación se vota en el PCUS sobre la lucha política entre el triunvirato y la Oposición de Izquierda. El aparato del partido controla todos los mecanismos, manipula los votos y falsifica resultados. Seguidamente la XIII Conferencia del partido declara en forma casi unánime que la Oposición ha abandonado el leninismo y pretende destruir el aparato del partido. Stalin ya concentra en la práctica todo el poder. 




julio 27, 2023

Derribar a la Dictadura forjando el poder clasista

Todo gobierno defensor del orden capitalista violenta, económica, política y físicamente a las clases explotadas. Así es como marcha al rumbo del repudio mayoritario. Respaldado, sin duda, por la burguesía a la que beneficia o al menos con su consentimiento financiero. Salvo si la clase burguesa desprecia a la nueva cúpula que la sirve. Entonces conspira para un golpe de estado, como ocurrió con la argolla neoliberal de Castillo, previo a que él mismo acabara convertido en golpista y diera lugar desde diciembre al actual régimen terrorista de Estado, basado en la mayoría ultraderechista del Congreso.

Las movilizaciones del 19 de julio han reactivado la lucha del pueblo trabajador contra la dictadura. El incendio de la comisaría de Juli, Chucuito, el 4 de marzo, supuso la última acción implacable del ciclo anterior. El levantamiento acontecido en el Sur entre enero y febrero ha representado un hecho histórico solo comparable a la combatividad del Paro Nacional del 19 de julio de 1977. Masas de trabajadores urbanos y rurales, juventud obrera, campesinado, trabajadores independientes, micro-comerciantes, golpeados por la miseria tras la pandemia, paralizaron, se movilizaron y se enfrentaron a la Policía y al Ejército en un tercio del país, de Ayacucho a Tacna, de Ica a Madre de Dios, como también en el Centro (Junín, Huancavelica, Huánuco…) y el Norte (La Libertad, Cajamarca, Loreto…). La clase dominante solo pudo frenar el movimiento a costa de 49 ejecutados, miles de heridos y detenidos.

Este combate ha expresado una notoria elevación de la conciencia en un sector popular muy importante de alcance nacional, traducido en las demandas “cierre del Congreso” y “renuncia de Dina Boluarte”, consignas que no por embrionarias pierden significación revolucionaria. Sin embargo, el movimiento de masas necesita imperiosamente asumir el “cierre del Congreso” como sustitución del poder legislativo burgués por un organismo que se desarrolle hacia un poder clasista: una Asamblea Popular Nacional basada en asambleas distritales, provinciales, regionales; asumiendo que el objetivo político de la insurgencia es derribar al gobierno del enemigo para instaurar un gobierno de los trabajadores y no únicamente exigir la voluntaria renuncia de la tirana Boluarte, canjeada así por su aliado Soto. La dirección de la CGTP y los políticos del “izquierdismo progresista” llaman, en cambio, “cierre del Congreso” al reemplazo del actual por uno nuevo tras elecciones anticipadas, porque solo anhelan ser una importante bancada y si es posible bancada de Gobierno, a través de una alianza electoral con partidos más derechistas. Pero el manido molde electoral de la seudo-democracia capitalista nunca ha significado posibilidad de liberación para los oprimidos.

Ninguna dictadura asesina cae exclusivamente mediante manifestaciones. Los trabajadores de la ciudad y el campo están impelidos a paralizar el país por medio de la Huelga General Indefinida, tomas de instalaciones, vías de comunicación, empresas, fábricas. Afrontarlo con los grandes escalones de la clase obrera minera, metalúrgica, agroindustrial, construcción civil, con el campesinado, los maestros, los estatales... Cuanto antes ingresan orgánicamente todos ellos al combate, antes se derrumban los regímenes oprobiosos. Cuanto más enérgica es la lucha, menores daños recibimos, cuanto menos pacifismo derrotista, más victorias. La clase obrera debe liderar una vez más la alianza obrero-campesina hasta alcanzar conquistas históricas.

La burocracia oportunista de la CGTP fue incapaz, a inicios de año, de impulsar la creación de una dirección unificada del levantamiento. Es el constante resultado de su política como izquierda del Sistema, un episodio más de su clásica bancarrota encabezando el movimiento de masas. Ahora bien, en este momento la Coordinadora Nacional Unitaria de Lucha (CNUL) tiene la oportunidad de agrupar a todas las expresiones de las organizaciones populares, asambleas, comités de lucha, frentes de defensa, etc., integrando comandos unificados por regiones, en una estructura que sea verdaderamente representativa y con funcionamiento democrático, para poder desarrollar órganos de poder clasista que rivalicen con el poder burgués. Frente único de todos los trabajadores, Autodefensa en las acciones de masas, Organismos de Poder Proletario, Huelga General Indefinida, son las consignas del camino anticapitalista.

¡Fuera la Dictadura, su Congreso fascistoide y su Poder Judicial!

¡Cárcel inmediata para los asesinos, los políticos, los mandos militares y policiales! ¡Tribunales populares!

¡Por un Gobierno Obrero, Campesino y Popular!

¡Por un partido obrero revolucionario en lucha por el poder!

27.07.23

Revolución Permanente  




febrero 15, 2023

Un siglo del Testamento de Lenin

Se conoce como "testamento político" de Lenin a las notas dictadas por él los días 23, 24, 25, 26 y 29 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923, como proyecto de texto hacia el XII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (17-25 abril de 1923). Lenin enfermó gravemente semanas antes del Congreso y no llegó a asistir.  Aquí se reproducen los párrafos decisivos de las notas. Asimismo, en aquellos días finales de 1922, Lenin escribió un texto sobre el Gosplan y otro sobre el llamado problema de las nacionalidades. Se inserta aquí también gran parte del segundo. El contexto de todos los escritos es la lucha de Lenin contra el burocratismo surgido en el Estado y el Partido, expresado en la Secretaría General del Comité Central ejercida por Stalin, y la lucha contra la política chauvinista de Stalin en el Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades, así como contra su desastroso liderazgo en la Inspección Obrera y Campesina.

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"El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.

Estas dos cualidades de dos destacados jefes del CC actual pueden llevar sin quererlo a la escisión, y si nuestro Partido no toma medidas para impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie lo espere."

(24.12.22)

"Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva."

(04.01.23)

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(…)

“He podido sólo conversar con el camarada Dzerzhinski, que ha vuelto del Cáucaso y me ha contado cómo se halla este problema en Georgia. También he podido cambiar un par de palabras con el camarada Zinoviev y expresarle mis temores sobre el particular. Lo que me ha dicho el camarada Dzerzhinski, que presidía la comisión enviada por el Comité Central para "investigar" lo relativo al incidente de Georgia, no ha podido dejarme más que con los temores más grandes. Si las cosas se pusieron de tal modo que Ordzhonikidze pudo llegar al empleo de la violencia física, según me ha manifestado el camarada Dzerzhinski, podemos imaginarnos en qué charca hemos caído. Al parecer, toda esta empresa de la "autonomización" era falsa e intempestiva en absoluto.

Se dice que era necesaria la unidad del aparato. ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de ese mismo aparato ruso que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético?

Es indudable que se debería demorar la aplicación de esta medida hasta que pudiéramos decir que respondemos de nuestro aparato como de algo propio. Pero ahora, en conciencia, debemos decir lo contrario, que nosotros llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por completo y constituye una mezcla burguesa y zarista que no ha habido posibilidad alguna de superar en cinco años, sin ayuda de otros países y en unos momentos en que predominaban las "ocupaciones" militares y la lucha contra el hambre.

En estas condiciones es muy natural que la "libertad de separarse de la unión", con la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender a los no rusos de la invasión del auténtico ruso chovinista, en el fondo un hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso. No cabe duda que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos y sovietizados se hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como la mosca en la leche.

En defensa de esta medida se dice que han sido segregados los Comisariados del Pueblo que se relacionan directamente con la psicología de las nacionalidades, con la instrucción en las nacionalidades. Pero a este respecto nos surge una pregunta, la de si es posible segregar estos Comisariados por completo, y una segunda pregunta, la de si hemos tomado medidas con la suficiente solicitud para proteger de veras a los no rusos del esbirro genuinamente ruso. Yo creo que no las hemos tomado, aunque pudimos y debimos hacerlo.

Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de Stalin, así como su saña contra el decantado "social-nacionalismo". De ordinario, la saña siempre ejerce en política el peor papel.

Temo igualmente que el camarada Dzerzhinski, que ha ido al Cáucaso a investigar el asunto de los "delitos" de esos "social-nacionales", se haya distinguido en este caso también sólo por sus tendencias puramente rusas (se sabe que los no rusos rusificados siempre exageran en cuanto a sus tendencias puramente rusas), y que la imparcialidad de toda su comisión la caracterice suficientemente el "guantazo" de Ordzhonikidze. Creo que ninguna provocación, incluso ninguna ofensa puede justificar este guantazo ruso, y que el camarada Dzerzhinski es irremediablemente culpable de haber reaccionado ante ello con ligereza.

Ordzhonikidze era una autoridad para todos los demás ciudadanos del Cáucaso. Ordzhonikidze no tenía derecho a dejarse llevar por la irritación a la que él y Dzerzhinski se remiten. Al contrario, Ordzhonikidze estaba obligado a comportarse con un comedimiento que no se puede pedir a ningún ciudadano ordinario, tanto más si éste es acusado de un delito "político". Y la realidad es que los social-nacionales eran ciudadanos acusados de un delito político, y todo el ambiente en que se produjo esta acusación sólo así podía calificarlo.

A este respecto se plantea ya un importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo."

(30.12.22)

"En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña.

Con relación al segundo nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre somos culpables en el terreno práctico histórico de infinitos actos de violencia; e incluso más todavía: sin darnos cuenta, cometemos infinito número de actos de violencia y ofensas. No tengo más que evocar mis recuerdos de cómo en las regiones del Volga tratan despectivamente a los no rusos, de cómo la única manera de llamar a los polacos es "poliáchishka", de que para burlarse de los tártaros siempre los llaman "príncipes", al ucraniano lo llaman "jojol", y al georgiano y a los demás naturales del Cáucaso los llaman "hombres del Cáucaso".

Por eso, el internacionalismo por parte de la nación opresora, o de la llamada nación "grande" (aunque sólo sea grande por sus violencias, sólo sea grande como lo es un esbirro) no debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya comprendido esto, no ha comprendido la posición verdaderamente proletaria frente al problema nacional; en el fondo sigue manteniendo el punto de vista pequeñoburgués, y por ello no puede por menos de deslizarse a cada instante al punto de vista burgués.

¿Qué es importante para el proletario? Para el proletario es no sólo importante, sino una necesidad esencial, gozar, en la lucha proletaria de clase, del máximo de confianza por parte de los componentes de otras nacionalidades. ¿Qué hace falta para eso? Para eso hace falta algo más que la igualdad formal. Para eso hace falta compensar de una manera o de otra, con su trato o con sus concesiones a las otras nacionalidades, la desconfianza, el recelo, las ofensas que en el pasado histórico les produjo el gobierno de la nación dominante.

Creo que no hacen falta más explicaciones ni entrar en más detalles tratándose de bolcheviques, de comunistas. Y creo que en este caso, con relación a la nación georgiana, tenemos un ejemplo típico de cómo la actitud verdaderamente proletaria exige de nuestra parte extremada cautela, delicadeza y transigencia. El georgiano que desdeña este aspecto del problema, que lanza desdeñosamente acusaciones de "social-nacionalismo" (cuando él mismo es no sólo un "social-nacional" auténtico y verdadero, sino un basto esbirro ruso), ese georgiano lastima, en esencia, los intereses de la solidaridad proletaria de clase, porque nada retarda tanto el desarrollo y la consolidación de esta solidaridad como la injusticia en el terreno nacional, y para nada son tan sensibles los "ofendidos" componentes de una nacionalidad como para el sentimiento de la igualdad y el menoscabo de esa igualdad por sus camaradas proletarios, aunque lo hagan por negligencia, aunque la cosa parezca una broma. Por eso, en este caso, es preferible exagerar en cuanto a las concesiones y a la suavidad para con las minorías nacionales, que pecar por defecto. Por eso, en este caso, el interés vital de la solidaridad proletaria, y por consiguiente de la lucha proletaria de clase, requiere que jamás miremos formalmente el problema nacional, sino que siempre tomemos en consideración la diferencia obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña) hacia la nación opresora (o grande)."

(31.12.22)

(…)

"La responsabilidad política de toda esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, claro, sobre Stalin y Dzerzhinski.”

(31.12.22)

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enero 17, 2023

A luchar por el poder de los trabajadores

Más de cuarenta asesinados por la Policía y el Ejército en un mes de régimen terrorista de Estado. Esta cifra equivale al promedio de ejecuciones mensuales perpetradas por las mismas fuerzas durante las primeras semanas del genocidio de los años ´80-’90.

Como lo intentó con Merino, la facción más ultraderechista, propiamente fujiaprista, de la gran burguesía, aprovecha para lanzar una ofensiva política y militar contra el pueblo trabajador que insurge defendiéndose de las transnacionales, los grandes capitalistas y sus políticos, en busca de un gobierno que lo represente. Boluarte, Angulo, Otárola, Montoya, Williams, Alva, Guerra García, López Aliaga…, son solo las nuevas máscaras de Alberto y Keiko Fujimori, Alan García, Lourdes Flores, Castañeda, Kuczynski, de Soto, Acuña o Barnechea, altos agentes de los multimillonarios Brescia, Romero, Rodríguez Pastor, Hochschild, Rodríguez Rodríguez, Benavides, Belmont…, socios de los capitales imperialistas dueños de América Latina.

Con los levantamientos de diciembre pasado el país entró en una situación pre-revolucionaria, pero concretamente el sur en una situación revolucionaria que se agudiza cada vez más. El movimiento popular, orgánicamente debilitado durante décadas por la inoperancia y traición de su burocracia hoy seudo-izquierdista, enfrenta con arrojo al enemigo de clase, pero fortalecido por la movilización espontánea de masas trabajadoras urbanas y rurales hastiadas de miseria, estafa política y desprecio. 

Solo con mayor estructuración, organismos de auto-representación y objetivos políticos estratégicos podrán la clase obrera, el campesinado y el pueblo impedir la continuidad de la masacre y establecer una situación de poder paralelo al poder de la clase dominante. Comités de lucha y asambleas populares pueden convertirse en esos órganos masificados que tomen decisiones sobre la vida de los distritos, provincias y regiones expropiando el poder a los opresores. Columnas de autodefensa son imprescindibles para neutralizar la represión y garantizar las vidas, convirtiéndose en la base de futuras milicias de los oprimidos.

La dirección de la CGTP tiene el deber histórico de organizar una Huelga General Indefinida en prolongación de la histórica Huelga Indefinida del Sur iniciada el 4 de enero con el objetivo de derribar al Gobierno y al Congreso.  Las bases de la CGTP deben tomar en sus manos la dirección de la Central contra el oportunismo liberal de la burocracia sindical y así forjar la dirección clasista que los explotados necesitan para conquistar el poder en el país, lo que se hará posible si los trabajadores nos organizamos en un partido proletario revolucionario que conduzca la Revolución Socialista en el Perú y acabe con el Estado de la Burguesía.

¡Forjar el poder de los trabajadores de la ciudad y el campo!

¡Huelga General Indefinida para un Gobierno Obrero, Campesino y Popular!

¡Por un Estado de los Trabajadores! 

12.01.23

Revolución Permanente




diciembre 12, 2022

Fuera el Congreso y Fuera Boluarte


Dos jóvenes tiroteados en Andahuaylas por la Policía ha sido el bautizo mortal del gobierno de Dina Boluarte en tan solo cuatro días. No ha tardado nada en asimilarse a cada uno de los presidentes sicarios que se han sucedido hasta hoy. Si Castillo apuntaló su gobierno, también neoliberal y represivo, con el simpatizante belaundista y ex colaborador del Fujimorato en la Universidad de San Marcos, Aníbal Torres, Boluarte ha decidido entregar el gabinete a Pedro Angulo, ultra-neoliberal vinculado a los círculos extremos de Kuczynski, cuya primera tarea será redoblar la represión a través de los estados de emergencia regionales declarados para el efecto, en colaboración con Alberto Otárola, ex ministro de Humala.

La dictadura pretendida por Castillo mediante su fallido Golpe del miércoles 7 hubiera constituido otro período de esta secuencia. Gasear, apalear, detener y matar es, para todo gobierno que administra un Estado Capitalista en beneficio de la burguesía, una necesidad imperiosa. “El Gobierno volverá a masacrar pues su auténtico bando es el militar-policial, la ultraderecha continuará forzando la senda golpista, el golpe reaccionario que tarde o temprano, de una u otra forma puede llegar si el mismo pueblo trabajador movilizado no consigue deshacerse de Castillo.” (Revolución Permanente, 24.05.22). Y efectivamente el intento de golpe se precipitó.

Víctima de su desesperación, Castillo fue incapaz de hacer frente a dos enemigos más peligrosos que los votos de la mayoría congresal: el destape del corrupto entramado amical-familiar que propició y el deterioro de las condiciones de vida de las mayorías. Una inflación de 9% interanual, sectores enteros con índices en descenso como la minería, la agricultura, la pesca…, las características del inexorable rumbo a la miseria están dadas. En esas circunstancias, Castillo optó por la conducta de todos sus predecesores: renovó en Washington su lealtad ante los magnates de las transnacionales: "vamos a darles tranquilidad", elogiando el "sostén de la actividad privada", mientras dirigía al Congreso una propuesta de “consenso” que solicitaba más prerrogativas represivas para la Policía y promovía la bicameralidad.

Confrontado con la repulsa popular a su evidente derechización desde un inicio, Castillo debió hacer ciertas menudas concesiones a sectores populares rurales o regionales, a fin de no enajenarse todo respaldo. Esto fue aprovechado por la burocracia sindical y política de la seudo-izquierda liberal para permanecer en un cínico castillismo, representando un serio escollo subjetivo y orgánico hacia un sector movilizado de las masas que repudia las peores fuerzas reaccionarias representadas en el Congreso, pero que no alcanzó a comprender toda la dimensión reaccionaria del Gobierno. Aquellas cúpulas tardaron quince meses en deslizar alguna crítica al Ejecutivo y aun así continuaron movilizándose en su defensa. Las pretensiones golpistas fascistoides fueron usadas como pretexto para mantener al movimiento obrero y popular condenado a la derrota permanente frente a la burguesía y sus patrones transnacionales. Luis Villanueva, Secretario General de Construcción Civil y del supuesto Partido “Comunista” Peruano, concertó con Óscar Caipo, Presidente la Confiep, mantener inmóvil la deplorable situación de los trabajadores, en la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE). La dirección de la CGTP (PC y Patria Roja) elogió a la OEA imperialista y su mascarada seudo-democrática, poniéndose a su servicio como lo hizo en tiempos de la dictadura de Fujimori. Toda esa casta pro-capitalista en el movimiento de los explotados es abanderada de la falaz “democracia participativa” y enemiga del clasismo proletario.

Bloqueos, movilizaciones y enfrentamientos ocurren en muchas regiones en este momento contra las fuerzas ultraderechistas que hegemonizan el Congreso, buscando desactivar ese órgano de la dominación capitalista hasta unas nuevas elecciones generales. Pero las elecciones en esta seudo-democracia nunca traerán la derrota política real e histórica del enemigo de clase y el pueblo trabajador no cuenta aún con un organismo que oponerle al Parlamento burgués. Ese órgano debe ser una Asamblea Popular Nacional que represente a todos los oprimidos y combata por conquistar el poder en el país. Asambleas populares, comités de lucha y autodefensa en cada distrito y provincia, son el camino para la construcción de ese poder, sin el cual no habrá presente ni futuro con justicia y libertad. Organicémonos en un partido revolucionario y luchemos por un nuevo Estado de los Trabajadores.

¡Huelga General Indefinida para conquistar un Gobierno Obrero, Campesino y Popular!

12.12.22

Revolución Permanente

 

 

 


 

mayo 24, 2022

Contra el Gobierno y el Congreso: Asamblea Popular Nacional

Pedro Castillo fungió de orador estelar en el acto de la CGTP por el 1° de mayo, como también en el posterior evento de la burocracia sindical y política que lo respalda, dos semanas después. Que encabece una administración neoliberal junto al Ministro de Economía Graham (ex - viceministro de Vizcarra en Produce), que militarice los distritos apurimeños de Chalhuahuacho y Coyllurqui (donde la coalición gobernante debe defender a sus patrones de la empresa imperialista china MMG), que asesine en Huánuco o Ica y hiera gravemente en Cotabambas, nada de eso inquieta a su comparsa cómplice socialdemócrata/pequeñoburguesa, hoy convertida al neoliberalismo. Tampoco, por supuesto, que haya puesto toda la red vial del país y a Lima Metropolitana bajo la autoridad de la policía y el ejército, incluso decretando un represivo toque de queda el 5 de abril, para mejor recuerdo del fujimorato.

Un 34.9% del padrón electoral decidió hace casi un año (6 de junio) apoyar a Castillo, incluso a pesar del “Plan Bicentenario” completamente neoliberal de esa segunda vuelta. Así fue como ganó la elección y es así como ha gobernado con una amalgama anti-popular de todo pelaje: paisanos trepadores, sindicalistas oportunistas, seudo-izquierdistas caviares, seudo-marxistas argolleros o corruptos, reaccionarios belaundistas, acuñistas y demás, que degrada las condiciones de vida mientras sostiene todos los privilegios de las transnacionales y los grandes capitales. La gran burguesía y los imperialismos recaudan sus beneficios a ritmo desbocado, aunque sin abandonar, claro está, el objetivo político, cual es retornar a saquear desde el Ejecutivo en forma exclusiva, sin advenedizos. Por eso la histeria golpista de sus secuaces ultraderechistas en el Congreso, incapaces de obtener la vacancia y tampoco de arrastre popular, pero no obstante asombrosamente designados el único enemigo de las masas por toda la seudo-izquierda apologista del sistema. Esa falsa izquierda continuista cuya demagogia reza “cambios profundos” para alguna “patria justa”, “trabajo digno”, “soberanía energética” y “poder popular”, que nunca ocurrirán mientras se mantenga la existencia del Estado Capitalista que defienden, afanados por conducirnos al callejón sin salida de una nueva Constitución tan capitalista y neoliberal como su propio programa. Nada distingue, en este hondo sentido, a la escara auto-adjudicada “Asamblea de los Pueblos”, del séquito cerronista Perú Liberal, favorable a las mafias empresariales universitarias y a las judiciales expresadas en el Tribunal Constitucional.

El Gobierno volverá a masacrar pues su auténtico bando es el militar-policial, la ultraderecha continuará forzando la senda golpista, el golpe reaccionario que tarde o temprano, de una u otra forma puede llegar si el mismo pueblo trabajador movilizado no consigue deshacerse de Castillo. El Paro del Cusco en abril demostró que la paciencia de los explotados se agota frente al deterioro del nivel de subsistencia. Las huelgas indefinidas provinciales y distritales siempre probaron su eficacia para la lucha clasista, sin que la burocracia sindical permita que esta combatividad se reproduzca a nivel regional y nacional. Sin embargo, únicamente por ese camino pueden alcanzarse conquistas, auto-organizando asambleas populares contra el Gobierno y el Congreso, hacia una verdadera Asamblea Popular Nacional que abra la vía revolucionaria al poder de los trabajadores urbanos y rurales, al Gobierno Obrero, Campesino y Popular.


diciembre 30, 2021

Gobierno caviar/burgués


La gran farsa del cambio de 'modelo'. Cinco meses de un nuevo Presidente y Ministros neoliberales. El gobierno que se comprometió a cumplir fielmente la Constitución fujimorista y se negó a aumentar el sueldo mínimo ha mantenido un BCR ultra-neoliberal, colocado un Secretario Presidencial del partido de Acuña, decretado el posible control de Lima por las FFAA y mentido sobre la reducción del sueldo de Castillo a la mitad. 

APP y Acción Popular fueron los primeros partidos burgueses en sostener al gobierno. Tras ellos han llegado Somos Perú, Podemos y Partido Morado. Castillo ya no solo ejecuta una política neoliberal, sino co-gobierna codo a codo con media clase dominante. El mes pasado les reiteró su sincera identificación a los capitalistas en Cade Ejecutivos 2021, mediante algunos cínicos embustes acerca del Capitalismo: "Vuelvo a ratificar, los empresarios tienen todas las garantías para invertir en el Perú. Por eso hago un llamado a los buenos empresarios, que estoy seguro son la mayoría...", "Una auténtica economía social de mercado es aquella que promueve y protege los intereses de las mayorías, fomenta la libre competencia y no tolera el aprovechamiento de la ley para beneficio propio." No fueron declaraciones de Fujimori, Toledo, Alan García, Humala, PPK, Vizcarra o Sagasti, fueron de Pedro Castillo. No olvidemos que ya el año 2015, esta “izquierda” que gobierna, los partidos hoy conocidos como Nuevo Perú, Juntos por el Perú, Frente Amplio y Perú Libre suscribieron unos Acuerdos textualmente a favor de la economía de mercado, de los inversionistas e industriales, lo cual revelaba la auténtica naturaleza ideológica de una alianza entre el liberalismo pequeño burgués y una socialdemocracia de filiación estalinista. 

A principios de mes, la premier Mirtha Vásquez apadrinó el XV Congreso de la CGTP, junto al Secretario General Gerónimo López, dirigente del PCP, y la sindicalista belga Yolanda Lamas, nexo con la "cooperación" económica de ese estado imperialista hacia la dirigencia sindical durante más de diez años. "Reactivación económica", "CGTP interlocutora válida entre empleadores y sociedad", "diálogo", "gobernabilidad", todo el lenguaje de López reflejó el rol clave de colaboración con la burguesía que cumple en el movimiento obrero la burocracia oportunista, máxima boicoteadora de las luchas que continuamente surgen en cualquier punto del país sin sujetarse a su control. Quienes candidatearon, hicieron campaña y/o apoyaron a Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti, no pierden la costumbre de rechazar el "modelo capitalista salvaje" o "modelo neoliberal" (no el Capitalismo como sistema), al mismo tiempo que integran partidos, alianzas y gobiernos justamente neoliberales. Si el gobierno de Castillo, estrictamente fiel al imperialismo, las transnacionales y el gran capital es calificado de "Gobierno del Pueblo" por la burocracia seudo-izquierdista, entonces está claro cuál será el contenido de la "nueva Constitución" que tanto prometen a los trabajadores. Para defenderse y avanzar, el movimiento de masas está obligado a luchar por la ruptura de la CGTP con el actual gobierno capitalista, hacia la conquista de reivindicaciones históricas. 

Padecemos otro gobierno antipopular, en este caso uno neoliberal caviar de bloque con un sector de la burguesía. La seudo-izquierda ha concretizado su objetivo del último período, el proletariado ha sido una vez más víctima de la estafa pero también de las vanas ilusiones en la imposible democratización capitalista. La consciencia de los explotados continuará creciendo al ritmo de sus luchas autoorganizadas y combativas: desde hace dos meses los Paros Indefinidos del Sur de Ayacucho y Huarmey (Áncash), los bloqueos de Cotabambas (Apurímac) y Chumbivilcas, contra las mineras, señalan el camino para ir forjando un nuevo poder, por un Gobierno Obrero, Campesino y Popular.

 

diciembre 18, 2021

Internacional Comunista - "Tesis sobre el Frente Único" (18.12.1921)


Hace cien años el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista aprobó sus "Tesis sobre el Frente Único" que fueron desarrolladas como "Tesis sobre la unidad del frente proletario" por el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista (noviembre de 1922). En el Perú fue Mariátegui quien defendió esta línea de la IC, desde la publicación de su artículo "El 1 de mayo y el Frente Único" en 1924. Aquí algunos extractos de aquellas tesis del Cuarto Congreso: 

“La crisis mundial se agudiza. La desocupación aumenta. En casi todos los países el capital internacional desencadenó contra la clase obrera una ofensiva sistemática, cuyo objetivo confeso es ante todo reducir los salarios y envilecer las condiciones de existencia de los trabajadores.” (...)

“Por otra parte, la ofensiva capitalista suscitó en las masas obreras una tendencia espontánea a la unidad que nada podrá contener y que se da simultáneamente con un aumento de la confianza de que gozan los comunistas por parte del proletariado.” (...)

“Indudablemente sus aspiraciones no siempre están claramente formuladas, pero es evidente que tienden imperiosamente a la creación de un frente proletario único, a la formación por parte de los partidos de la II Internacional y los sindicatos de Ámsterdam, aliados a los comunistas, de un poderoso bloque contra el cual vendría a estrellarse la ofensiva patronal.” (...)

“Luego de asegurarse una total libertad de propaganda, los partidos comunistas en todos los países se esfuerzan actualmente por realizar una unidad tan completa como sea posible de las masas obreras en el terreno de la acción práctica. Los dirigentes de Ámsterdam y de la II Internacional también predican la unidad, pero todos sus actos son la negación de sus palabras.” (...)

“Mientras entre los trabajadores que recién acceden a una vida política consciente y aún no poseen experiencia, la consigna del frente único es la expresión sincera del deseo de oponer a la ofensiva patronal todas las fuerzas de la clase obrera, esa consigna solo es, por parte de los líderes reformistas, una nueva tentativa de engañar a los obreros para conducirlos por el camino de la colaboración de clases. La inminencia de una nueva guerra imperialista, la carrera armamentista, los nuevos tratados secretos de las potencias imperialistas, no solamente no decidirán a los dirigentes de la II Internacional, de la Internacional II y ½ y de la Internacional de Ámsterdam a dar la voz de alarma y colaborar efectivamente en la tarea de lograr la unidad internacional de la clase obrera, sino que suscitarán infaliblemente entre ellos las mismas disensiones que en el seno de la burguesía internacional. Ese es un hecho inevitable, dado que la solidaridad de los “socialistas” reformistas con “sus” burguesías nacionales respectivas constituye la piedra angular del reformismo.” (...)

“Considerando lo ya dicho, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista estima que la consigna del Tercer Congreso de la Internacional Comunista: ¡A las masas!, así como los intereses generales del movimiento comunista exigen que la Internacional Comunista y sus secciones apoyen la consigna de la unidad del frente proletario y encaren su realización.” (...)

“Los comunistas deben esforzarse a cualquier precio por penetrar en lo más profundo de las masas trabajadoras con la consigna de la unidad del frente proletario contra la burguesía” (...)

“Mientras preconizan la unidad de todas las organizaciones obreras en cada acción práctica contra el frente capitalista, los comunistas no pueden renunciar a la propaganda de sus ideas, que constituye la lógica expresión de los intereses del conjunto de la clase obrera.”  (...)

“En consecuencia, la tarea precisa de la Internacional Comunista y de sus secciones será la de revelar a las masas la hipocresía de los dirigentes obreros que prefieren la unión con la burguesía a la unidad de los trabajadores revolucionarios...” (...)

“Por la unidad del frente proletario es preciso entender la unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir al capitalismo...” 

octubre 08, 2021

Gobierno liberal, burocracia política y sindical liberal

La burocracia político-sindical del PC y Patria Roja no se privó de cualquier recurso para perseguir que las bases de la CGTP hipotecaran su voto al liberalismo de Verónika Mendoza, tal como lo hizo con Humala y el ultra-reaccionario Kuczynski. Ocurrido el fracaso electoral, se volcó a la campaña de Perú Libre, mellizo programático, con los ahora patentes resultados del nuevo gobierno del Estado Burgués a casi dos meses y medio.

Castillo asumió el 28 de julio con un discurso cuyo desarrollismo podría haber suscrito cualquier político neoliberal: ninguna política estatista. A partir de allí Castillo, Cerrón, Bellido y Francke dirigían un gobierno únicamente interesado en mantener la “estabilidad” económica para los capitalistas y la “gobernabildad” de la falsa democracia. A esta realidad se reduce siempre cualquier retórica del seudo-izquierdismo pequeñoburgués oportunista, que en este caso incluye una conocida trayectoria machista, homófoba, xenófoba y corrupta.

Ya a días de iniciado el gobierno los trabajadores pudimos comprobar, también, que no solo se trataba de ponerse a los pies de Julio Velarde y sus S/. 42.000 de sueldo en el BCR, sino de continuar sirviendo a los contratos lesivos del imperialismo chino y su Tratado de Libre Comercio, como demostró la cercana relación establecida. Un ficticio “gobierno del pueblo” contra el pueblo.

Castillo prorrogó por segunda vez en su mandato el Estado de Emergencia que conculca derechos fundamentales. Una medida decretada por Vizcarra y mantenida por Sagasti bajo pretexto de la pandemia, cuyo sentido es instaurar un virtual co-gobierno con las Fuerzas Armadas y Policiales. Dos semanas atrás había mantenido la postración del Perú a los EEUU mediante el apoyo a la "agencia de cooperación" norteamericana (USAID), mientras se negaba a elevar el sueldo mínimo que hasta Kuczynski incrementó en su momento y que no debería bajar de S/. 2500 para ser digno.

En Washington Castillo prestó sumisión a la OEA, ofreciendo el país a los capitalistas de la Cámara de Comercio norteamericana, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, como lo hicieron siempre todos los gobiernos anteriores. En México se reunió con el multimillonario Carlos Slim, animándolo a continuar engulléndose este país. Su Ministro de Comercio Exterior Roberto Sánchez, camarada del PC y Patria Roja en Juntos por el Perú, garantizó a los millonarios mexicanos del turismo todos sus intereses y anunció exultante la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con los imperialismos canadiense, japonés, australiano y otros países, que firmó Kuczynski quince días antes de renunciar (TPP-11). Es la viva imagen del actual gobierno neoliberal y pro-imperialista. Luego, de regreso al Perú, Castillo enalteció a las Fuerzas Armadas, masacradoras y terroristas de Estado, por su aniversario.

Finalmente, hace dos días, el Mensaje a la Nación ha consagrado un "...compromiso con la inversión privada (...) por encima de toda ideología". Es el gobierno de Castillo, Francke y Velarde que ahora, despojado de Cerrón, toma un abierto cariz caviar, siempre con el beneplácito del aparato estalinista -neosocialdemócrata liberal- dominante en la CGTP, el mismo que fue acólito de Vizcarra y Sagasti, siempre dispuesto a “consensuar” toda política capitalista contra los trabajadores en el Acuerdo Nacional o anhelando el Consejo Nacional del Trabajo, y a engañar sobre este “gobierno popular… de nuevo modelo económico”. Esas cúpulas traidoras se auto-titulan ahora “Frente por la Democracia y la Gobernabilidad” (por la seudo-democracia burguesa) como hasta hace poco tenían el descaro de auto-proclamarse “Asamblea Nacional de los Pueblos”.







La revolución del Octubre chileno

por Gustavo Burgos (desde Chile), en colaboración con la revista Manifiesto Internacional

02.09.2021


El levantamiento popular chileno de octubre del 19, se ha de incorporar al arsenal político de los explotados sirviendo como una pieza programática fundamental para comprender el desarrollo de la lucha de clases y la experiencia de la clase trabajadora en el contexto internacional.  Como toda revolución protagonizada por los explotados, una de sus primeras batallas políticas consiste en ser reconocida como tal y esta es la primera de las tareas que hemos de abordar los marxistas revolucionarios.

Hasta el día de hoy son múltiples los sectores políticos —de la burguesía liberal y de la pequeñaburguesía— que califican a este proceso como un «despertar ciudadano», transversal y de los «territorios» cuyo alcance fundamental es el reclamo de mayor participación en las decisiones sociales y en el reparto de la riqueza social generada por el modelo. Su triunfo principal: haber logrado instalar una Convención Constitucional que redacte una Constitución democrática y que es presidida por una mujer mapuche.  Es moneda corriente en estos análisis, como corolario, atribuirle al levantamiento un sentido integrador de las identidades y minorías, o el carácter motorizador de más amplios consensos sociales. No es necesario explicitar, de entrada, que todo consenso es la imposición de la voluntad de una minoría.

Todas estas lindezas —que por clemencia denominaremos «posmodernas»— se presentan como superadoras del ideario revolucionario, reducen a la clase obrera al burocrático e impotente «mundo sindical» e invariablemente proponen como respuesta a cualquier problema social su «visibilización», institucionalización y la creación de algún estatuto jurídico. Es lo que llaman «la sociedad de derechos».

En un sentido práctico el posmodernismo propone como salida a la crisis social el fortalecimiento institucional capitalista, en tanto las ideas deben ser calificadas no por aquello que declaman, sino por aquello que materialmente convocan a realizar. Por eso más allá de la parafernalia democrática y progresista, el discurso identitario, de minorías y de consenso social, en la práctica se revela como aristocrático, antidemocrático y patronal, del momento que traducen toda su política en el mero accionar institucional y electoral.

La pusilanimidad descrita sirve de base a la elevación de categoría programática, el desarme político y organizativo de los trabajadores. En efecto, todo el discurso contra los partidos, las jerarquías y los programas políticos, propone un modelo organizativo aparentemente horizontal, sin estructura operativa y sin programa. Tal planteamiento — aunque resulte increíble y contra toda evidencia histórica— es presentado como representativo de un nuevo modelo de transformación social que se hace cargo de las «nuevas realidades» del mundo contemporáneo.

Quiénes así se expresan, retrocediendo 2500 años en el pensamiento político hasta la caverna de Platón, pretenden demostrar que el simple enunciado de sus postulados «construye realidad». Pero la lucha de clases, ese inclemente y feroz topo del que nos hablaba Marx, pone a cada cual en el lugar que el enfrentamiento social demanda. Así las cosas, el Frente Amplio, hace muy poco el epítome de la renovación política, ha devenido de forma incuestionable en uno de los pilares del régimen capitalista chileno, al punto que uno de sus máximos dirigentes se empinará con la mayor de las certezas como el próximo Presidente de la República. La Lista del Pueblo que hace 6 meses, se nos presentara igualmente como la revelación del proceso constituyente incorporando a los independientes y a los movimientos sociales con 27 representantes en la Convención, ha naufragado de forma estrepitosa: perdió a sus convencionales y muere fraccionada por querellas internas que poco tienen que ver con la política.

Está demostrado, las palabras no construyen realidad, sino que el accionar de las clases en la historia y es precisamente el de la clase trabajadora chilena el que a partir del levantamiento popular de ese ya lejano 18 de Octubre, que se expresó como crisis revolucionaria, abrió espacio a un proceso político que sigue en curso y cuyo contenido de clase la proyecta como revolución socialista.

 

La profundidad del Octubre chileno

Nos hemos referido a la «lectura» que la pequeñaburguesía hace del proceso, angustiada por el colosal enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. El destino de tales corrientes ya está signado por el proceso político, reducido al plano electoral institucional, sin que merezca mayor interés por su previsible evolución. Sin embargo, es necesario poner de relieve qué ocurrió en tal levantamiento y de qué forma el mismo sigue vivo azuzando el conflicto social.

Piñera se impuso con cierta comodidad en las presidenciales del 2017 ante un opaco candidato de la Nueva Mayoría, un ya olvidado —tuve que buscar en Google su nombre— Alejandro Guillier. La Derecha pinochetista calificó el triunfo con adjetivos rimbombantes («aplastante», «histórico», etc.) precisamente porque sabían que había sido un triunfo electoral pírrico que abría sombrías proyecciones. Desde su instalación, la segunda presidencia de Piñera reveló su precariedad y su falta de apoyo popular. La frustrada designación de su hermano Pablo como embajador en Argentina, fue el primero de esos síntomas. Luego se produjo la humillante, en la práctica destitución, del Ministro de Cultura Mauricio Rojas, un tránsfuga, ultrarreaccionario y negacionista de las violaciones a los DDHH. Todo esto ocurrió antes de los primeros seis meses de gobierno, un invierno que terminaría con un pequeño levantamiento popular en la denominada «Zona de Sacrificio» del complejo industrial Quintero-Puchuncaví y el sospechoso asesinato del pescador y activista Alejandro Castro, el «Macha», el 4 de octubre de 2018. La respuesta popular, que mereció este crimen reeditó ya como protesta callejera la repulsa popular a Piñera que hasta ese momento se había hecho sentir principalmente en las redes sociales, haciendo desaparecer de escena por completo los intentos de la Nueva Mayoría (ex Concertación) de rememorar los 30 años del triunfo del No en el Plebiscito de Pinochet.

Poco más de un mes después —el 14 de noviembre del mismo año— el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca, fue la chispa que encendió el movimiento. Pasaron horas desde que el comunero fuese asesinado por las FFEE de Carabineros en la lejana Temucuicui, para que en Santiago la Plaza Baquedano se llenara de manifestantes bajo el verso de Raúl Zurita proyectado contra los edificios: «Que su rostro cubra el horizonte». Miles y miles de manifestantes salieron a ocupar plazas y avenidas. Miles que demandaban justicia para el mapuche y castigo a los policías asesinos, responsabilizando a Piñera y a su primo el Ministro de Interior Chadwick, como autores de este alevoso crimen político. Todos los intentos de justificar el asesinato de Catrillanca —al que inicialmente se calificó como delincuente desde La Moneda— terminaron en un completo fracaso, ocasionando el mayor descrédito de un gobierno que a todas luces carecía de toda legitimidad.

Tres días después, los portuarios de Valparaíso, tras más de treinta años de inactividad huelguística, anunciaban la paralización del puerto no el más grande, pero el de mayor tradición política del país. Los obreros portuarios se movilizaban contra la precarización laboral y los despidos masivos perpetrados desde las concesionarias portuarias de Luksic y Von Appen. Luksic, el primero, el grupo económico más grande de Chile y uno de los más importantes de América Latina, pactó rápidamente y logró sacarse el conflicto de encima. Sin embargo, Von Appen (TPS) endureció su posición y demandó de Piñera el apoyo político y de la fuerza pública. Los trabajadores —una asamblea llamada Fuerza Portuaria que agrupaba poco más de 400 portuarios—respondieron endureciendo las medidas y formando piquetes de autodefensa que paralizaban el centro de la ciudad y enfrentaban en agotadoras jornadas de lucha callejera a las FFEE antimotines.

Mientras Piñera trataba de restarle relevancia al conflicto calificándolo como «privado», el propio Von Appen demandaba una intervención represiva que aplastara físicamente el movimiento. Esta división en el frente patronal fue aprovechada por los portuarios quienes comenzaron a acaparar la atención pública despertando la solidaridad de otros sectores de trabajadores. La situación, por su explosividad, tensionó a todo el arco político: Piñera que trataba de evitar comprometerse en nuevas acciones represivas, herido como estaba por el caso Catrillanca; la oposición, por su lado reducía su discurso a un impotente llamado al diálogo. El en ese entonces debutante alcalde frenteamplista de Valparaíso, Jorge Sharp, intentó traducir la política opositora de diálogo, sin que tuviese ningún resultado. La llamada «alcaldía ciudadana» hizo manifiesto su compromiso de clase con el empresariado sumándose a la presión dirigida desde las cámaras empresariales por el «desorden», el impacto en el comercio y la actividad turística en la medida que se aproximaban las fiestas de fin de año.

El conflicto terminó en un acuerdo tripartito, en el que Piñera comprometió bonos y recursos en capacitación. Un triunfo parcial que no impidió que el grupo más relevante de activistas de este conflicto pasara a engrosar las listas negras de Von Appen, planteando por lo mismo otras tareas políticas al sector. La Unión Portuaria apoyó después de esperar por semanas que el movimiento se ahogara en el aislamiento y la corrupta y veterana burocracia sindical de Roberto Rojas fue desplazada por una de nuevo cuño, encabezada por Pablo Klimpel que ha encabezado un nuevo período de silencio sindical. Los portuarios escribieron una página más en su historia de lucha, sin embargo, habían protagonizado la primera huelga política después de iniciada la transición del 90, que no sólo enfrentó al gobierno, sino que barrió con la burocracia sindical e instaló una asamblea permanente —la mentada Fuerza Portuaria— dando forma a los primeros grupos de autodefensa del movimiento, una Primera Línea nacida en el conflicto.

Este conflicto, que hemos detallado en grandes líneas, rompe el delicado equilibro en el que se sustentó el régimen de la transición post Pinochet. El elemento determinante para este salto no fue la envergadura del conflicto, sino que su radicalidad y la capacidad que tuvo para acaudillar un movimiento que enfrentó, clase contra clase, al régimen en su conjunto. La asamblea de la «Fuerza Portuaria» fue una señal y una lección para el conjunto de los trabajadores. Esto se vio nítidamente reflejado durante el 2019 en el formidable paro docente, que por casi 60 días puso nuevamente en las cuerdas a Piñera, un movimiento huelguístico en que las asambleas de base, asambleas de trabajadores, fueron disputando el poder político que la burocracia PC-Concertación tuvo de forma omnímoda durante casi tres décadas sobre el gremio docente.

Este marco general de agudización de los antagonismos de clase, sentó las bases para el estallido revolucionario. De un lado un gobierno débil y de discurso versallesco, caracterizado por la continua autoproclamación como el mejor gobierno de la historia, con un presidente con aspiraciones de líder mundial y un discurso oligárquico delirante, colisionó frontalmente con un amplio espectro de conflictividad social, con un creciente agotamiento de las ilusiones democráticas y una tendencia a la acción directa. Por eso el simple salto de los torniquetes de los secundarios —precedido por declaraciones provocadoras de los ministros del gobierno y la ocupación policial de la columna vertebral del transporte público del Metro— actuó como detonante para un levantamiento popular sin precedentes en nuestra historia. De forma casi muda y sin dirección política formal, millones de trabajadores ser volcaron furiosos a las calles en todas las ciudades del país.

Sólo en Santiago fueron incendiadas 20 estaciones de Metro y atacadas severamente otras sesenta más. Los edificios corporativos de los bancos, multinacionales, concesionarias, portales de autopistas, fueron saqueados e incendiados. Vehículos nuevos fueron usados como barricadas y sus locales comerciales del gran comercio de los Mall fueron saqueados, haciendo ver las escenas iniciales de Robocop como una torpe e infantil parodia. Los muchachos alimentaban las barricadas con ropa nueva, con televisores y refrigeradores. Los supermercados fueron igualmente saqueados por turbas no sólo empujadas por el hambre, sino que también en un acto de justicia social. «Ahora nos toca a nosotros» murmuraban mientras salían con carros de los enormes supermercados de las grandes cadenas. Ritualmente, al menos la primera semana los locales eran saqueados y luego incendiados. La fuerza represiva devino en absolutamente incapaz para enfrentar tamaña insurrección.

Piñera, que mientras se iniciaron las manifestaciones fue fotografiado celebrando un cumpleaños en una elegante pizzería del barrio alto de Santiago, instruyó a sus ministros para que salieran a reparar junto a la fuerza pública los destrozos y colaboraran en el aseo de la ciudad. No tuvo tiempo de farsa alguna. El mismo 19 de octubre, rodeado de los altos oficiales del Ejército anunció la declaración del Estado de Excepción Constitucional, toque de queda en todo el territorio nacional y la ocupación militar del país, una escena explícita de autogolpe de la que abrió el campo para la masiva y sistemática violación de los DDHH. Por orden de Piñera fueron asesinados más de 40 compañeros en un espacio de dos meses, más de 400 fueron mutilados ocularmente, miles de detenidos fueron a abarrotar los cuarteles policiales donde fueron abusados por Carabineros. Decenas y centenares de miles fueron metódicamente apaleados y gaseados por el aparato represivo del Estado capitalista.

Cada uno de estos atentados, como suele ocurrir en los estallidos revolucionarios, lejos de atemorizar a la población, actuaban como convocatoria a nuevos y más amplios sectores a la movilización. Piquetes de autodefensa, formados por trabajadores jóvenes se desplegaron contra la ofensiva militar del régimen, piquetes expresivos del movimiento y bautizados como la Primera Línea de la insurrección. En los barrios obreros reverdecieron las asambleas populares y cabildos que daban espacio a la organización y a la discusión política. Los trabajadores encontraban en estas formas de organización la trinchera que por décadas la burocracia sindical le había negado en sus centros de trabajo. Liberados del discurso derrotista e institucional de los partidos del régimen y de la burocracia sindical, los trabajadores comprobaron en la práctica que era posible acabar con el gobierno y echar abajo el régimen del hambre y la explotación.

Tres huelgas generales políticas 23 y 24 de octubre y 12 de noviembre terminaron por tumbar a Piñera. El 28 de octubre Piñera se vio obligado a retirar los militares de las calles, los que fueron derrotados por la movilización desde el mismo momento que el General Iturriaga —a cargo de la Región Metropolitana— dijera el 24 de octubre que él «era un hombre feliz y que no estaba en guerra» contrariando el discurso incendiario de Piñera, quién había declarado la guerra a los movilizados. Al día siguiente cerca de tres millones de movilizados salieron a las calles y plazas de todo el país, dando lugar a la llamada marcha más grande de la historia de Chile.

Los hechos descritos, salvo para un obtuso escéptico o un pusilánime, no pueden sino ser caracterizados como una revolución obrera. Un levantamiento de los trabajadores en contra del régimen capitalista en toda su forma y que sólo pudo ser contenido mediando el acuerdo expreso o tácito de todas las fuerzas políticas del régimen, aquellas con representación parlamentaria. En efecto, mientras la llamada Mesa de Unidad Social que agrupaba a las principales organizaciones de trabajadores perdía el tiempo en reuniones con los ministros de Piñera, proponiéndoles diálogo a quienes tenían sus manos manchadas con la sangre del pueblo, los partidos silenciosamente —desde la UDI hasta el Frente Amplio— articularon las redes para imponer sobre el movimiento, el 15 de noviembre, el Acuerdo por la Paz, un acuerdo contra el pueblo cuya primer y explícito sentido fue legitimar la represión, desmovilizar y reencauzar el proceso hacia la vía institucional. Que el único sujeto —el resto firmó representando a sus partidos— que haya firmado personalmente ese acuerdo, Gabriel Boric, sea hoy muy probablemente el próximo gobernante, revela la trascendencia de ese acto político.

 

Una Convención para frenar el proceso revolucionario y apuntalar al capitalismo

A partir de ese Acuerdo, Piñera siguió en La Moneda con la única finalidad de administrar el proceso, pero dejó objetivamente de gobernar. A partir de ese 15 de noviembre el Gobierno pasó a las manos de las fuerzas conjuntas de sus suscriptores, quienes pactaron el proceso constitucional en curso, establecieron el régimen de acuerdos y se comprometieron a preservar la institucionalidad amenazada por la revuelta. Hace unos días, conversando con un viejo cuadro estalinista, éste me dijo sin ningún tapujo que el Acuerdo había que suscribirlo «sí o sí», porque lo contrario «era empujar al pueblo a un baño de sangre».

Hagamos a un lado toda diplomacia y el característico hablar oblicuo que tenemos los chilenos. Quienes suscribieron ese Acuerdo (UDI, RN, Evópoli, DC, PS, Frente Amplio) y quienes se sometieron a él (PC y satélites), no lo hicieron para impedir que el pueblo sea masacrado. Es más, buena parte de sus suscriptores han sido propiciadores de cuánta masacre haya tenido lugar en nuestro país. Porque esto no se trata de la moral barata con la que se llenan manifiestos por la democracia y los DDHH, esto se trata de que con ese Acuerdo se pactó defender el orden social cimentado en la gran propiedad privada de los medios de producción, el capitalismo, contra cualquier acción revolucionaria. El fondo del Acuerdo es un pacto contra toda revolución.

El poeta romano Horacio —un hombre cuya vida es un tributo a la resiliencia— dijo «parirán los montes, nacerá un ridículo ratón», en referencia a quienes prometen la grandeza en los textos y propician lo miserable en la realidad. La frase pareciera haber sido pronunciada mientras se observa el proceso constituyente chileno, que a la postre no es cualquier ejercicio jurídico, sino que una proeza institucional de enormes arcos y guirnaldas, totalmente vacía de contenido. Porque en esto se ha resuelto la promesa democrática de los acuerdistas, en la continuidad de la miseria del gobierno del gran capital.

Ayudado por la pandemia, el régimen logró empujar hacia abajo el movimiento de las masas. La tragedia de la naturaleza, como en todo el mundo, ha servido al poder para imponer disciplina social y Chile no fue la excepción. Contra los razonamientos idealistas, la sola intensificación de las condiciones de miseria —tal ha sido el efecto directo de la pandemia para los trabajadores— no resulta ser garantía para el despliegue de acciones de resistencia. Al contario, el desarrollo coetáneo de movimientos de masas importantes como el ecuatoriano y el colombiano, carentes igualmente de toda dirección revolucionaria han contribuido con su silente final a dar más cuerpo al proceso constituyente. Buena parte del activismo ha sido arrastrado tras el ideario democrático burgués, como decíamos al inicio de esta nota, tales concepciones han permitido reinterpretar los hechos recientes de la lucha de clases y significarlos en función de la escrituración de un texto constitucional. En lugar de una revolución un papel escrito. Así están las cosas.

Uno de los más representativos —no voy a utilizar la expresión «brillante»— convencionales de la —dispensen la redundancia— Convención Constitucional, el abogado Fernando Atria, adquirió notoriedad en el debate previo a la instalación de la Convención, en base a su tesis de la «hoja en blanco». Esto significaba que la Convención Constitucional no tendría más límite en su accionar que sus acuerdos y que la institucionalidad resultante de tal proceso se superpondría, superadoramente, sobre la existente. Con esto se contestaba a la Derecha que pretendía que la Convención actuara como una simple cámara de reformas del orden institucional. Contra esta idea Atria afirmaba que donde no hay acuerdo, no hay norma. Por eso «hoja en blanco». Ahora instalado en la Convención su convicción es otra y adquiere la forma de la defensa de la institucionalidad, en la forma de la defensa de los 2/3 para generar normas constitucionales, cuando aclara que «pretender que la Convención puede cambiar unilateralmente esa regla no corresponde a lo que la Convención puede hacer. Entrar en esa discusión es un riesgo para el proceso constituyente». Dicho con claridad, el proceso constituyente es la institucionalidad.

 

La salida de la crisis está en manos de los trabajadores

¿Se movilizaron millones, entregaron sus ojos y vida para esto? Por supuesto que no. ¿Saltó por los aires el orden establecido para volver al estado inicial? Tampoco. Transitamos por un recodo en el camino del proceso revolucionario abierto, ante él la burguesía le ha opuesto sus esclusas institucionales, para ganar tiempo, para dividir y reinar. Para recrear la ilusión de que su democracia es el único orden posible, más allá de que otro resulte deseable, pero imposible.

La respuesta está en manos de la clase trabajadora, de los obreros, del proletariado, de la inmensa mayoría social protagónica del levantamiento revolucionario del Octubre chileno. Para articular tal respuesta resulta imprescindible la construcción de un partido político, un Estado mayor de las masas en lucha, una nueva dirección política que proclame abiertamente la necesidad de acabar con el régimen capitalista, de expropiar al gran capital y acabar con la propiedad privada de los medios de producción. Una dirección política que a partir del conjunto de las reivindicaciones que se levantaron desde las bases del estallido, se plantee acabar con la institucionalidad patronal siguiendo el camino abierto en Octubre del 19, que es el camino que han seguido todas las revoluciones obreras desde la Comuna de París en 1871. Una dirección política que levante la bandera roja de los trabajadores que significa que la lucha es sin cuartel, sin pactos, sin transiciones y cuyo objetivo es acabar con el aparato militar capitalista expresión orgánica de la explotación de clase. Una dirección que plantee abiertamente que la revolución obrera no es solo la muerte del capital, sino que el establecimiento del gobierno obrero, de los trabajadores, de los explotados, un gobierno sustentado en los órganos de poder, asamblearios, de base y apoyado materialmente en el armamento general de la población.

Compañeros, los marxistas lo sabemos en todo el mundo, pero lo sabemos particularmente los chilenos porque lo hemos vivido en carne propia: no hay vías pacíficas ni institucionales para la «transformación» revolucionaria de la sociedad. La derrota de la Unidad Popular es igualmente el fracaso de toda concepción frentepopulista y de colaboración de clases. Porque como dramáticamente advirtieran los Cordones Industriales en su Carta a Salvador Allende el 5 de septiembre de 1973, el frentepopulismo es «responsable de llevar al país, no a una guerra civil que ya está en pleno desarrollo, sino que a la masacre fría, planificada de la clase obrera más consciente y organizada de Latinoamérica, y que será responsabilidad histórica de este gobierno llevado al poder y mantenido con tanto sacrificio por los trabajadores, campesinos, pobladores, estudiantes, intelectuales, profesionales, la destrucción y descabezamiento quizás porque plazo y a que costo sangriento de no sólo el proceso revolucionario chileno sino también el de todos los pueblos latinoamericano que están luchando por el socialismo».

Ha sonado el clarín de la revolución obrera, que cada cual tome su lugar en la trinchera de los trabajadores.